Horacio Gómez Aristizábal | El Nuevo Siglo
Sábado, 20 de Febrero de 2016

PENSAMIENTOS

El intelectual y la sociedad

“Lo grande del mundo ha surgido de la soledad y el silencio”

 

La sociedad me aleja del ruido, del fragor, de la fatiga. La soledad auspicia la meditación y el ensueño. “En la soledad, escribió Schopenhauer, cada uno se ve reducido a sus propios recursos, a sus únicas energías; en este ambiente, todas las riquezas potenciales del intelectual, afloran prodigiosamente; el superficial muere aplastado, víctima de su mediocridad”. La lectura, es una de las fuentes del júbilo del solitario. Cada conocimiento nos da una nueva capacidad de goce. No es lo mismo contemplar el maravilloso espectáculo del universo, desde el sórdido valle de la ignorancia, que desde la colina iluminada de la sabiduría. Mientras más cerca la persona en el ámbito del espíritu, son más grandes e inabarcables los horizontes del mundo. La ciencia, el talento y la voluntad le suministran a la soledad un contenido de perennidad. El dolor enseña tanto como el placer. El perfume de una flor enriquece la personalidad del que observa el paisaje viviente con atención. “El ojo, comentó Goethe, era el órgano con que yo principalmente percibía el mundo”. Existen tres silencios: el de la palabra, el de los deseos y el del pensamiento. No hablando, no deseando, no pensando, se llega al silencio místico que es el misterioso diálogo con Dios. La mayor perfección del alma es amar mucho a Dios, por todos los dones que nos ha concedido.

 

Defiendo la soledad porque me llena de sereno bienestar. Convierte el sitio en que me encuentro en un palacio lleno de sueños y fantasías. La soledad permite oír la música insonora del silencio. Los pensamientos acuden incitadores. Gracias a la soledad fecunda y laboriosa, leo libros, imagino libros y escribo libros.

 

El afán de lucro todo lo avasalla y lo aplasta con furia sanguinaria. Los mercantilizados odian la soledad por ser, según ellos, estéril e improductiva. Horror. Del silencio de los laboratorios y de la soledad de las bibliotecas han salido inventos, ideas y sistemas que han salvado al mundo.

 

En la soledad todo se torna símbolo, sueño y fantasía. El espectáculo de una noche estrellada le da al pensador la sensación del infinito, provoca meditaciones profundas sobre el origen de la vida y del mundo y revela la presencia maravillosa de Dios. El moralista vuelve sus ojos absortos hacia el cumplimiento del deber. Un filósofo exclamó: “Dos cosas me anonadan y me confunden. La hermosura del cielo repleto de estrellas y la poderosa voz de la conciencia. Hay horas de intensa alegría en que el corazón es una hélice lanzada contra el firmamento. Hemos alcanzado la dicha suprema, hemos vivido la eternidad en un instante.

 

Quien no ha pasado horas, días, semanas, en la más absoluta soledad, sin comunicación alguna con el mundo no llegará nunca a ser un gran luchador, un escritor auténtico, un líder social o cultural. Lo grande del mundo ha surgido de la soledad y del silencio. Cristo mismo necesitó de la soledad y del silencio para estructurar los principios eternos del cristianismo. Confucio, después de sus famosas siete soledades en lo más hondo de la montaña, lanzó al mundo sus enseñanzas luminosas. Los libros, las obras de arte, Bach, Beethoven, Chopin contribuyen a elevarnos a espacios superiores. En este silencio surgen los pensamientos maravillosos y la idea de las creaciones. Solo en la soledad espiritual nos encontramos a nosotros mismos.

 

La soledad, quién lo creyera, es energía. Se asciende en la vida espiritual, disfrutando la soledad. El conocimiento nos aleja del rebaño. En el torbellino del mundo sentimos la necesidad de la altura. La soledad productiva es el instrumento más poderoso para luchar contra los sentimientos negativos.