Miremos al Cauca
En el Cauca se resumen los males nacionales: narcotráfico, guerrilla, paramilitares, corrupción, discriminación étnica, pobreza, olvido estatal, concentración de la riqueza, lucha por la tierra. La guerra allí no comenzó ayer, ni hace dos años cuando llegó al poder el presidente Santos. Desde siempre, ese departamento ha estado cruzado por la confrontación y la mirada lejana de un Estado centralista.
Desde hace más de 50 años la guerrilla encontró en sus montañas inexpugnables y sus grupos étnicos sumidos en la pobreza dos corazas para cimentarse, amparados en la lucha por la tierra y los cultivos ilícitos. Por su geografía y su base social, el Cauca se ha convertido en la retaguardia estratégica de las Farc, luego de padecer la contundente y legítima fuerza del Estado durante los últimos años, que les ha infligido los más duros golpes contra su otrora poderosa cúpula militar y política.
En el Cauca cayó abatido Alfonso Cano, el comandante de las Farc. Un golpe que el Gobierno Santos se anotó y que parece habérseles olvidado a los colombianos, al igual que las bajas del Mono Jojoy y otros importantes jefes subversivos, en otras regiones y circunstancias. Hoy, la acción de las organizaciones indígenas contra las Farc y el Ejército, que pretenden sacar de su territorio a bastonazos a las dos fuerzas en disputa, les ha recordado a la mayoría de los colombianos el drama social del Cauca.
Aunque resulte loable el valor civil de los indígenas es un error equiparar a las Farc y a la Fuerza Pública. Son dos cosas bien diferentes. El Estado no puede renunciar a su obligación de proteger a todos los colombianos, ni a su presencia en todo el territorio nacional. Abandonar a su suerte a los pueblos indígenas sería un error imperdonable, y un paso que nunca podrá dar un Gobierno democrático. Lo que sí es urgente es que todo el país mire a ese departamento, para que exista un compromiso real y viable con la solución de sus graves falencias sociales; para que allí impere la ley y no la barbarie de los grupos armados ilegales, y sea posible que germine el espíritu de la Constitución de 1991. El Cauca no puede seguir siendo un territorio de olvido del que solo nos acordamos de vez en cuando y a la fuerza.
El presidente Santos ha anunciado el Plan Cauca, que promete la inversión de ingentes recursos económicos en la zona. Es de esperar que los dineros fluyan y se cumplan a largo plazo los objetivos trazados. Pero eso no basta. Es evidente que la lucha armada no se superará solo con la buena intención de los indígenas, ni que las Farc dejarán de disparar solo para posar de amigos de la población civil. Lo que se requiere es que entre todos hablemos en serio de la paz, que no abandonemos a los pueblos originarios a su suerte y que de una vez por todas avancemos en la solución de la tenencia de la tierra.