A votar a conciencia
EL próximo 30 de octubre los colombianos tendremos la oportunidad de renovar y revitalizar nuestra democracia. De sacar por la puerta de atrás a los corruptos, a los incapaces, a quienes se han ligado con los extremistas de izquierda o derecha, con los narcotraficantes y depredadores para saquear el erario y secuestrarnos el futuro.
Las elecciones de gobernadores, alcaldes, diputados y concejales son, a la vez, una prueba de fuego para el Estado, el aparato de justicia y el sistema electoral, pero especialmente para los colombianos que tendremos que demostrar que aprendimos la lección de la parapolítica, la farcpolítica, los carruseles de la contratación y tantos otros males que han mancillado nuestro discurrir democrático en los últimos años.
Por desgracia no es claro que no se repetirán los escándalos de corrupción de los últimos años. Los presupuestos de alcaldías y gobernaciones atraen a los carteles de contratistas y a los señores de la guerra para financiar sus criminales objetivos de expansión y toma del Estado. El saqueo de esos recursos es la gasolina que mantiene viva la llama del conflicto.
Mientras haya paramilitarismo es evidente que seguirán los parapolíticos. Mientras haya ejércitos armados de extrema derecha intimidando a la comunidad, corrompiendo la consciencia de la gente, imponiendo con sus armas a los candidatos que les han vendido el alma, pagando o matando por los votos, es previsible que seguiremos presenciando el triste espectáculo de gobernadores y alcaldes sometidos a la voluntad de los capos, o de los barones electorales presos en la Picota o enmontados. Gobernantes que finalmente terminarán en manos de la ley.
Lo han advertido con claridad y valor la Corporación Arco Iris y el Ministro del Interior, que recibieron rayos y centellas por haberse atrevido a señalar el nubarrón que se asoma en el horizonte de nuestro sistema político. En muchos municipios son mayúsculos los riesgos de interferencia de los actores ilegales en el resultado electoral. En esos lugares, la guerra distorsiona la voluntad del pueblo.
Los colombianos tenemos que derrotar el miedo. Ser capaces de liberarnos del yugo de la guerra y de la corrupción. Votar libremente, con responsabilidad civil, cuando estemos frente al tarjetón, en la soledad de nuestra consciencia. Lo podemos hacer en las grandes y medianas ciudades, quizá no en el campo, donde es más fuerte el miedo a los violentos.
Pero el 30 de octubre tenemos que darles una lección a quienes traicionaron la confianza ciudadana. Votemos por los mejores, los más preparados, los más experimentados. Por quienes nos den la garantía de que no tienen vínculo alguno con contratistas ni con dineros de dudosa procedencia, ni con personas señaladas por sus vínculos con la ilegalidad.
No podemos premiar con nuestro voto a quienes actúan en beneficio propio y consideran el dinero del Estado como un botín de guerra. Hagamos de nuestro voto un manifiesto pacífico por la renovación política. Un mandato por la vida.