HORACIO SERPA | El Nuevo Siglo
Miércoles, 22 de Mayo de 2013

La revocatoria del alcalde Petro

 

Ya se presentaron firmas para solicitar a la autoridad electoral el procedimiento para la revocatoria del mandato al alcalde de la capital, doctor Gustavo Petro. No se conocen las razones. Importa poco, porque se trata  de una acción  politiquera y sectaria para impedir que continúe gobernando un funcionario que no es del gusto de los proponentes. Tal vez les hubiera gustado uno bien conservador, del establecimiento, de esos que se someten a la voluntad de los ortodoxos, de los clásicos, de los que en los últimos lustros han pretendido regresar al gobierno distrital.

La revocatoria del mandato, como mecanismo de participación, tiene explicaciones constitucionales. No es un procedimiento para satisfacer inquinas ni para hacer revanchismo partidista. Puede plantearse y tramitarse cuando existe una flagrante contradicción entre la propuesta política de campaña y las ejecutorias del gobierno, lo que tiene  relación con el  voto programático. También puede ocurrir cuando el funcionario pierde el juicio, incurre en gravísimas faltas éticas o en ostensibles actos afrentosos a la sociedad. Igualmente cuando la corrupción se apodera de los actos gubernamentales o el funcionario desatiende sus deberes e incurra en deliberado abandono de funciones.

No es el caso del alcalde Petro. Sus más controvertidas acciones ocurren porque ha pretendido gobernar de acuerdo con sus ideas, propuestas y talante. Petro no representa a los partidos tradicionales ni tiene un concepto del Estado y la sociedad igual al que plantean la mayoría de las colectividades políticas. Petro no representa ni el statu quo ni a los convencionalismos tradicionales. Ha sido y es un político contestatario que pretende resultados económicos, sociales, políticos y culturales para la ciudad que gobierna, por caminos diferentes.

Por eso no se le puede revocar. Fue elegido legítimamente para gobernar cuatro años y es una insensatez pedirle resultados cuando apenas lleva el primer año, precisamente el de la organización del gobierno, el de la concepción del Plan, el de la elaboración de los proyectos, el de sanear la economía.

Petro es honrado. Me gusta su defensa de lo público. Que tenga del Estado la idea de que debe responder a los asociados por los servicios públicos esenciales. Me agrada que un Alcalde como él reclame la autonomía que la Constitución consagra para las Entidades Territoriales. Que le duela la suerte de los pobres y tenga el concepto de que ellos y la clase media deben ser considerados con equidad en los compromisos del desarrollo.

No entiendo que se pretenda hacer daño a la ciudad y a sus habitantes generando una crisis institucional, cuando apenas se empieza a superar la presentada en la anterior administración.

Tampoco comprendo el argumento de que un funcionario contra quien se intente una acción de revocatoria del mandato, no se pueda defender de las acusaciones ni tenga la oportunidad de oponerse a las pretensiones de sus contradictores.

Hay mucha ojeriza en el ambiente capitalino. El odio y las represalias no aconsejan bien en estas delicadas materias. Petro debe continuar. Déjenlo trabajar.