Partidos políticos para la paz
La democracia se reinventa todos los días. Con partidos políticos fuertes, democráticos, vigorosos. Y una sociedad civil activa, dinámica, participativa, dispuesta a proponer profundas transformaciones y lograr consensos que hagan viable la solución de los graves problemas nacionales, como el hambre, el desempleo, la guerra y los efectos del calentamiento global, entre muchos.
La política es el medio para cambiar a Colombia. Las viejas ideas de la revolución armada ya no tienen justificación alguna, ni espacio en una sociedad que ha decidido apropiarse del contenido de la Constitución de 1991 y transformar pacíficamente el país. Aquí ya no se necesitan los fusiles para lograr las reformas, ni los actos terroristas para tomarse el Estado.
La violencia y la política armada están revaluadas. Las guerrillas van directo al basurero de la historia, derrotadas, aisladas, convertidas en piezas prehistóricas de un museo del horror. Sin un ideario político, sin un discurso creíble, sin liderazgo, apegados a comunicados que nadie lee, las guerrillas se han desconectado totalmente de la Nación, que las repudia por haber burlado los anhelos de paz en el Caguán, secuestrar y asesinar a colombianos inermes en las selvas, atentar contra la infraestructura y frenar el desarrollo colectivo.
Su único camino hoy es la dejación de las armas, en el marco de un acuerdo que garantice la vida de los excombatientes, pero no el perdón de sus crímenes atroces. De dar ese trascendental paso el Estado les garantizará la posibilidad de reinventarse en la arena política. Pero para llegar allá tienen que hacer sólidas demostraciones de voluntad humanitaria, liberando los secuestrados, acatando el derecho internacional humanitario, sentándose en una mesa de negociaciones, sin pretensión alguna a la de firmar la paz, sin zonas de despeje, ni espectáculos mediáticos.
La democracia necesita la paz para ser más fuerte. Y los colombianos la estamos logrando. La decisiva acción de la fuerza pública en los últimos diez años ha logrado desvertebrar a los enemigos otrora intocables del Estado y la sociedad. Las Farc han perdido su cúpula y el Eln está arrinconado. Más de 37 mil paramilitares se han desmovilizado, y cerca de cuatro mil han permanecido activos en organizaciones de delincuencia común que son perseguidas y serán eliminadas en el corto plazo. La voluntad del presidente Santos es radical en ese objetivo.
Porque la paz se acerca, los partidos políticos tienen que asumir, ahora con mayor fuerza, la agenda de la reconciliación en Colombia. La aprobación de un nuevo marco para la paz, en el Congreso de la República, es una buena noticia en ese sentido. Así como todo el andamiaje legal para reparar a las víctimas y lograr un sistema de justicia transicional. Más de cuatro millones de víctimas exigen verdad, justicia y reparación y es obligación de los partidos políticos garantizar que ese clamor sea escuchado y se derrote la impunidad.
Como militante liberal me enorgullece saber que quienes lideran mi colectividad tienen claro ese objetivo. Y trabajan por la paz de Colombia.