HUGO QUINTERO BERNATE | El Nuevo Siglo
Martes, 15 de Abril de 2014

Año Franciscano

 

El 13 de abril de 2014, Domingo de Ramos, que marca el principio de la Semana Mayor en el calendario litúrgico de la Iglesia Católica, Su Santidad Francisco cumple trece meses de papado.

La elección del cardenal Jorge Mario Bergoglio como Papa se originóen la inusual renuncia del Pontífice titular y marcóuna serie de hitos históricos, el primero de los cuales es la nacionalidad y el continente al cual pertenece quien para dirigir la Iglesia y gobernar el Estado Vaticano escogióel nombre de “Francisco”.

Latinoamericano, argentino, con el español como lengua materna y de la Orden de los Jesuitas -SJ-, eran registros históricos que confluían en contra de su opción electoral. Pero tal parece que el Espíritu Santo es un elector muy poco confiable para los apostadores, pues esa vez terminóinspirándole al Colegio Cardenalicio un voto inesperado.

 

El Elegido, convertido ya en Francisco, no solo no ha sido inferior a todos los registros históricos que impuso, sino que en el corto lapso que lleva su pontificado, ya hizo historia.

Desde los primeros días dejóclaro que lo suyo, conforme al nombre que eligió, es desterrar de la Iglesia el boato y el derroche para concentrarse en la humildad, no solo espiritual sino material. Pequeños detalles de inmenso simbolismo como el de pagar sus propias cuentas, continuar residiendo en el Convento de Santa Marta y renunciar al papamóvil para preferir un modestísimo Renault-4, han caracterizado su inicial andar.

En ese orden de ideas, también sus acciones han ido en la vía de controlar la corrupción interna que amenazaba con regresar la Iglesia a la oscura época borgiana. Discretos -y algunos no tanto- cambios en las posiciones de poder del Vaticano, concretaron en la realidad sus primeras y duras homilías contra la corrupción y los corruptos a quienes llamó“avariciosos y egocéntricos, incapaces de reconocer sus fallas”. Por eso emitiódecretos facilitando el control financiero del Instituto para las Obras de  Religión con el fin de acabar con el supuesto comprometimiento del Banco vaticano en actividades de lavado de dinero.

Su tarea pastoral no solo ha sido ecuménica -El Patriarca de Constantinopla, BartoloméI fue invitado a una ceremonia oficial- sino que ha tenido el valor de pedir perdón por los ataques sexuales que miembros de la Iglesia han perpetrado contra niños. Una gran diferencia con sus predecesores Juan Pablo II y Benedicto XVI, protectores, entre otros, de ese gran depredador sexual de niños que fue Marcial Maciel y sus legionarios de Cristo.

Por eso tampoco sorprenden los pequeños pero gigantescamente simbólicos signos de apertura hacia la comunidad LGTB. No es solo su famosa frase de “quién soy yo para juzgarlos”refiriéndose a los gay, sino el reciente bautizo en un templo argentino a una niña hija de una pareja de lesbianas. Es obvio que semejante “oficialidad”  en la celebración del Sacramento era aprobada por el propio Vaticano.

Parecía obvio que la salvación de la Iglesia Católica proviniera de Latinoamérica, el continente más católico y donde la Teología de la Liberación ya había puesto en práctica el lema de Francisco: Una iglesia para los pobres y los marginados.

@Quinternatte