HUGO QUINTERO BERNATE | El Nuevo Siglo
Martes, 14 de Octubre de 2014

Qué nos pasa

 

El  asesinato de un campesino en el Departamento del Cauca por una partida de 33 soldados que posteriormente fueron capturados o la golpiza que un grupo de 6 policías le propinaron a un taxista que perseguían por las calles de Bogotá, son los más recientes casos de abusos cometidos en el país por miembros de las Fuerzas Armadas contra civiles.

 

Los dos casos son extremos. Sin embargo, son eventos que contienen elementos posteriores que aunque no alcanzan a disminuir su gravedad intrínseca, síreducen la responsabilidad institucional que tanto la Policía como el Ejército Nacional podrían llegar a tener.

Tanto en el caso del Cauca, como en el ocurrido en Bogotá, la reacción de los respectivos comandantes fue no solo inmediata sino absolutamente transparente. El gesto de los mandos militares y policiales, de dar la cara frente a los medios, de reconocer inmediatamente los excesos de sus subordinados y de facilitar todas las investigaciones de las autoridades civiles, es un símbolo inequívoco de que algo estácambiando en las Fuerzas Armadas.

Las Fuerzas Militares vienen de la vergüenza absoluta de los falsos positivos y la Policía Nacional del no menos vergonzoso caso del “grafitero”, que son eventos en los que el mando trocóla solidaridad de cuerpo en simple concierto para delinquir, en un manifiesto error de lo que debe ser el principio de lealtad institucional.

 

Es obvio y natural que no hay mejor forma de proteger la institucionalidad de las Fuerzas Armadas que denunciando y expulsando de sus filas a quienes no son capaces de ejercer la autoridad armada del uniforme con respeto de la Constitución y de las Leyes.

Ser policía o soldado en Colombia, debe ser de los oficios más duros e ingratos del mundo. Cada que vemos un patrullero revisando a un indigente, arriesgándose a cualquier agresión de su parte o simplemente sometiéndose a los hedores de los lugares a los que deben acudir, agradece que haya conciudadanos con semejante vocación de servicio. O cada que vemos un soldado mutilado o herido a mansalva y sobreseguro por quienes se autodefinen como redentores sociales.

Por eso algunas reacciones a veces son explicables por razón del estrés pre, en y post traumático en que viven. Y el problema no es solo colombiano. En Cartagena capital de Murcia (España), el escándalo de hoy es la captura de 6 policías por el homicidio de un esquizofrénico y cocainómano que los llamópara denunciar amenazas de muerte contra él.

El problema de esa violencia parte de la percepción incluso de la propia sociedad acerca de los derechos de los uniformados sobre los detenidos. Una muestra es como algunos medios informaron sobre la golpiza al taxista, diciendo que había sido “por equivocación”al confundirlo con uno dedicado a “piques ilegales”.

Allíreconocen implícitamente que al verdadero involucrado en la ilegalidad le podían pegar. Falso. La obligación policial es detener en flagrancia al infractor y llevarlo inmediatamente ante la autoridad judicial. El uso de la fuerza solo puede hacerse por necesidad absoluta o para repeler un ataque. Nunca como castigo o venganza.

@Quinternatte