La salud es mala. La educación también. La justicia no existe. No hay trabajo ni formas de generar empleo digno. Somos pobres. Colombia es responsable del calentamiento global y del fin de la existencia del humano. Es urgente decrecer y apagar a Colombia o nos extinguimos. Tenemos el mejor sistema de transporte sostenible del mundo y Bogotá un nivel de vida como el de Tokio o Londres. Somos los más felices. Todo lo que dicen los diarios es mentira. La verdad la encuentran en la página de la presidencia de la República en las transmisiones de los discursos presidenciales. Por esta razón todo debe reformarse para que haya paz total, prosperidad, trabajo, salud, educación digna. Ninguno ha hecho nada y yo vengo a hacerlo y salvarlo todo.
Estas son algunas de las “ilusiones de verdad” esenciales en una cacocracia. Dogmas que deben repetirse una y otra vez hasta que se vuelvan verdades absolutas e incontrovertibles.
Repetir mentiras frecuentemente termina creando verdades. En eso radicó el éxito de la propaganda nazi dirigida por J. Goebbels. Y es lo que la sicología denomina el efecto “ilusión de verdad”.
Tal vez el propósito es que creamos que todo en verdad está muy mal… Y eso le da sentido a la secuencia infinita de escándalos cada vez más deshonestos, corruptos, indecentes y graves. Que perdamos totalmente la capacidad para sorprendernos e indignarnos hasta el punto en que los llegaremos a exigir.
El reintegro de cuestionados exfuncionarios al gobierno, como Sarabia, para que manejen millones de maletas con plata es un ejemplo. Era de la esencia del funcionario público la pulcritud. ¿A dónde se fue? O aceptar que el narcotráfico pone presidentes en Colombia, otro ejemplo. Y que nada tiene ni responsables ni consecuencias. Al contrario, entre más deshonesta es la persona mejor le irá.
La meta es que lo inmoral sea moral. Lo indecente lo decente. Lo corrupto lo honesto. Lo injusto lo justo.
La ilusión de verdad es peligrosísima. Es como la muerte dulce. Eso le pasa a Colombia. Salvo algunos casos de ciudadanos que siguen despiertos tratando de no dejar dormir a los demás como Enrique Gómez y otros.
Las ausencias son parte esencial de la ilusión de verdad. Generan opinión y cortinas de humo. ¿Un presidente que confiesa que se mira a sí mismo y no se siente presidente? Y lo confiesa desde el jardín de su casa debajo de su árbol favorito después de haber incumplido centenares de citas con el presidente de EE.UU., de Francia y otras personalidades. ¿Raro no? Y no parece ser el mismo que dejará sin salud a trece millones de colombianos…
Colombia debe dejar de repetir el dogma de que sus instituciones son fuertes. No lo son. Es más ¿cuáles instituciones? Estamos en manos de un ilusionista e incapaz mental y sin instituciones. Y como lo dijo Lucio ex M19 en una entrevista las grandes guerras y tragedias no las han generado los de derecha o izquierda sino los desequilibrados mentales en el poder Putin, Hitler etcétera.
juanfelipereyes@hotmail.com