La inclusión digital busca que todas las personas contribuyan y se beneficien de la economía y la sociedad digital y superen las brechas digitales. La brecha digital es aquella que separa a las personas que tienen acceso a Internet de quienes no lo tienen. En el año 2000 había 413 millones de personas conectadas a Internet en el mundo. Dos años después, 5.000 millones de personas usan Internet, y el total global aumentó en casi 200 millones durante el último año. El 63% de la población mundial ahora está en línea, pero aún existen diferencias importantes en la “calidad” del acceso a Internet en todo el mundo. Esto, teniendo en cuenta que hay 7.753 millones de personas en el planeta, según los estimados del año 2020.
El objetivo de la inclusión digital es conseguir que, por ejemplo, los mayores o aquellos con menor poder adquisitivo o con discapacidades motrices, intelectuales o audiovisuales no se queden fuera de un mundo que ofrece infinitas posibilidades, dentro de ellas, la Mobile Learning Week para explorar las posibilidades de la educación digital.
Según la Comisión Europea, la inclusión digital consiste en que todas las personas puedan contribuir y beneficiarse de la economía y la sociedad digital. Esto supone trabajar en distintas vertientes:
Acceso a las TIC, garantizando infraestructuras, precios más asequibles y facilidad de uso de las tecnologías en los centros educativos. Alfabetización digital, incluyendo la formación en TIC’s en la educación básica y en el aprendizaje continuo de las personas en todos sus ciclos de vida. Inclusión social, centrando un esfuerzo grande en los sectores más desfavorecidos de la sociedad con programas específicos que les ayuden a incorporarse al mundo digital y a cerrar las brechas descritas. Tecnologías de asistencia, que faciliten el acceso a personas con discapacidades que de otro modo no podrían utilizarlas.
La brecha digital no solo divide a las personas con acceso a Internet de las que no. Hay otros obstáculos que impiden que sectores de la población se conviertan en ciudadanos digitales:
La falta de confianza, en parte, por la falta de habilidades, hace que algunas personas tengan miedo a introducirse en la Internet. La falta de habilidades al no disponer de la formación necesaria para utilizar Internet y los servicios en línea. De ahí que el pensamiento crítico en la formación de los estudiantes sea clave para que puedan y sepan distinguir la información relevante en su proceso educativo. La falta de motivación, ya que muchas personas mayores no acceden a Internet porque desconocen las oportunidades que ofrece. Los diseños deficientes, porque no todos los servicios y productos digitales son accesibles y fáciles de usar.
La legislación promueve una inclusión que no puede ser llevada a cabo totalmente en materia de educación; se requieren esfuerzos gubernamentales y, particularmente en el cuerpo de docentes, que siempre requieren más capacitación. Paradójicamente, en un intento de ser inclusiva, a veces lo que ocurre es que se promueve una mayor exclusión, al pretender algo para lo cual no existe una preparación y, por ende, una posible oposición.