Con ausencia de decisiones en diferentes áreas, que enredan la vida, finalizamos el 2019. Unas quedarán para el año entrante, otras alcanzarán a adoptarse en los próximos días pero no saldrán bien como la de reforma tributaria con micos o la del salario mínimo que seguramente se producirá por decreto y no mediante concertación.
Se aplaza en la Corte Suprema de Justicia la elección de Fiscal a pesar de la terna enviada por el presidente de la República a esa corporación donde a pesar de numerosos intentos ha sido imposible llenar las vacantes de magistrados lo cual implica contar con un quorum reducido y el juez administrativo posterga el fallo de fondo sobre la legalidad de la valorización en Bogotá, cuyo imprudente cobro sigue por estos días, que si cae implicará la enredada devolución de los dineros pagados.
Decisiones pendientes hay muchas, incluyendo las judiciales a nivel nacional, departamental y municipal, lo concerniente a las demandas de Nicaragua principalmente la de extensión de la plataforma continental a más de doscientas millas, apegados a esperar de rodillas un fallo de La Haya que de todas maneras será inejecutable dictado por tribunal incompetente.
Constante es no decidir o aplazar determinaciones en perjuicio social. La noticia permanente se relaciona con las indecisiones, estamos en la conversación nacional sobre grandes cuestiones planteadas durante el paro y en las multitudinarias marchas de protesta, por ahora se habla de dialogar, no de negociar, se ponen fechas tentativas para empezar a adoptar determinaciones que en alguna medida sirvan para calmar los ánimos exaltados.
Continúan pendientes la prórroga de la vigencia de la ley de víctimas, el proyecto de ley de creación de la segunda instancia que podría favorecer al ex ministro Andrés Felipe Arias, lo del fracking para explotación de hidrocarburos, los valores del impuesto predial en las diferentes ciudades. Funcionarios alejados de la realidad aduciendo su condición de técnicos, empeñados en proponer más impuestos con el objeto de tapar déficits fiscales, en ajustar presupuestos incrementando el desempleo, impiden que la esperanza aparezca, enredan al gobierno y perturban los voceros de partidos políticos a quienes se les ocurre solamente recurrir a convocatorias electorales.
Nos sentimos apabullados con la indecisión, ladrón de las oportunidades. El suspenso produce estrés, alguien ponía el ejemplo de un hombre sentado en el sofá de su casa, debajo tiene una bomba a punto de estallar, lo ignora pero el público lo sabe. Nuestra clase dirigente se encuentra en tal situación, quienes deberían apresurar definiciones se enfrascan en debates personalistas, reducen la importancia de las cosas, no captan la dimensión de los problemas, piensan que ellos se resuelven solos. ¡Ojo con esto!