No son pocos los comentaristas que señalaron que se inició una carrera de (más o menos) dieciséis meses hacia las elecciones que decidirán quién va a ocupar La Moncloa entre 2024 y 2028, suponiendo, claro, que se sosiegue la loca vida política española y se restaure una normalidad en los calendarios electorales. A Alberto Núñez Feijóo le queda menos de año y medio para llegar a su meta... o no. De momento, el balance de sus casi cinco meses como líder de la oposición es positivo en cuanto a los resultados de las encuestas. Y hasta ahí. Porque lo verdaderamente difícil comienza ahora, hoy mismo. Las trampas al líder de la oposición ya han comenzado.
El PP se debate entre el radicalismo de un sector de su militancia, sobre todo en Madrid, y la moderación que define al propio Feijóo y a una parte de sus 'barones', muy señaladamente el andaluz Juanma Moreno, cada vez más influyente, sin alharacas, en su partido. Esta misma semana, el jueves, el PP tendrá ocasión de mostrar cuál de las dos tendencias es la predominante, cuando en el Congreso se vote a favor, en contra o abstención en relación al decreto de medidas para ahorrar energía. Un 'decretazo' hecho con malos modos, de espaldas a todo diálogo, sí (como casi todo en este país, donde el pacto no se conjuga); pero nadie puede cuestionar la necesidad de esa economía energética, a la que pronto se sumará la del agua. Cosas todas que, además de la inflación brutal, van a pesar en contra del actual presidente del Gobierno, Pedro Sánchez y, por tanto, es de suponer que a favor de una alternativa al actual esquema de poder.
Cuando esto escribo sigo sin tener claro qué posición adoptará el PP en esta votación, que obviamente no es una más 'de rutina'. De lo que sí estoy convencido es de que la vida parlamentaria debería experimentar un vuelco hacia una concordia política transversal que, sin embargo, hoy por hoy nadie prevé. El mes de agosto ha sido pródigo en más de lo mismo: acusaciones mutuas cruzadas entre Gobierno y oposición, que dicen no fiarse el uno de la otra y viceversa, y menos aún en cuestiones como la renovación del Consejo del Poder Judicial, asunto en el que desde áreas gubernamentales han pretendido 'cazar' en un renuncio al líder del PP 'filtrando' un pasado acuerdo 'secreto' con su antecesor, Pablo Casado. Así, ¿cómo esperar que la ciudadanía confíe en una clase política que empieza por desconfiar de sí misma y anda a zancadillas?
Feijóo tiene ahora pacificado al conservador Partido Popular, cohesionado en una meta de victoria en las urnas, primero en mayo con las municipales y autonómicas, después, quizá en noviembre de 2023 (o cuando Sánchez quiera), en las generales. Que no estropee ese clima... ni permita que se lo estropeen.
A ver cómo plantea Feijóo su comienzo de curso, a finales de esta semana en un acto en Galicia. Él sabe que Pedro Sánchez va a jugar más su baza internacional (esta semana se marcha a Colombia, Ecuador y Honduras), que le va bastante bien, procurando no meterse demasiado en el barrizal de la política nacional, un barrizal que, por cierto, el propio Sánchez ha contribuido no poco a crear. Creo que Feijóo, un hombre que controla hasta la extensión de sus sonrisas, sabe salir del lodazal; no es la primera vez que intentan hundirle en él. Lo que no sé muy bien aún es cómo va a actuar una vez que pise la tierra firme y seca -y tan seca...-, que es donde han de librarse las batallas preelectorales. Y en esas batallas entramos ya ahora, con tantos meses, Dios mío, por delante.