Inocua idea la de otorgar amnistía absoluta a toda suerte de delincuentes, porque sobra, si sabemos que el 80% de ellos quedan en la calle y siguen delinquiendo en perfecta impunidad, por falta de pruebas, por falta de cárceles, por una justicia connivente que en múltiple reiteración de conductas delictivas prefiere lo más favorable al criminal: poner un brazalete y dar casa por cárcel, aún hasta al bandido que expende drogas en su propia residencia. Por ello es que la delincuencia está envalentonada, pues sabe que no los tocan y si por error los encierran, será por pocos días, mientras se van de patitas a la calle a seguir en el sendero de su iter criminis existencial, porque eso que llaman “resocialización” sólo existe en los códigos penales y libros de jurisconsultos.
Por eso es que los indígenas amenazan con machete a los pobres soldados y éstos no se pueden defender, porque los mandan a la cárcel si llegan a tocarles un cabello, por muy delincuente sempiterno y ancestral que sea (creo que hay que revisar la justicia indígena desde la Constitución Política misma); las cárceles hay que multiplicarlas, las penas fortalecerlas, prohibir la libertad por delitos de menos de 4 años de pena. No hay derecho a que los vándalos ya estén atacando por la espalda con piedra y ladrillo a desprevenidos caminantes y los asesinen por robarles un pinche celular, o a la chica perteneciente a la Filarmónica Juvenil de Colombia que le hirieron a puñal sus brazos como para que, una vez desprendida de su celular, no pudiera seguir tocando en la vida... miserables, y ni siquiera se puede ir a restaurantes porque nos atracan hordas de delincuentes en moto.
Tuvo que ser el presidente de un gremio (ni el de la República ni ningún alcalde) quien recomendara militarizar las calles de las grandes ciudades, excelente medida porque, si alguien lo duda, estamos en guerra declarada por el hampa colombiana y venezolana contra unos inermes ciudadanos de bien, que solo quieren trabajar para vivir y vivir para trabajar. Da grima ver un noticiero de TV en Colombia y si lo observan en el exterior habrán de pensar que somos un país invivible, que nuestras ciudades son unas selvas de cemento acechadas por toda suerte de bandidos furiosos, bárbaros armados de cuchillos, machetes, pistolas y metralletas, al acecho, esperando el mínimo descuido para saltar sobre su víctima y quitarle lo poco que tiene de valor y, sobre todo, para arrancarle la vida.
El tema es estructural, claro, no se arregla de la noche a la mañana y falta mucho para que todos los ciudadanos seamos igualmente pobres y nadie tenga nada que robar. Mientras tanto, la gente merece que la protejan y le permitan vivir…
Post-it. No conocí personalmente al escritor y periodista Antonio Caballero. Buena pluma y aunque escribía con la zurda, hay que reconocerle su condición de legítimo contradictor. Con él muere el último cultor de la tauromaquia de esa tendencia, pues hace poco partió Alfredo Molano. Con una sola mano -la derecha- nos toca seguirla defendiendo, hasta el fin del redondel del mundo.