Jaime Alberto Arrubla Paucar | El Nuevo Siglo
Jueves, 25 de Febrero de 2016

DEMOCRACIA REAL

El bumerán de Evo

EL fin de semana que pasó, el pueblo boliviano le dijo “no” en las urnas a las pretensiones de Evo Morales, Presidente de Bolivia, de permanecer en el poder otro periodo más, hasta el 2025, para ajustar 20 años en el mismo. La estrategia del gobernante consistió en someter a un plebiscito la reforma a la Constitución que le permitiera quedarse un periodo más, a partir del 2019, cuando vence su actual mando.

La derrota es evidente desde donde se mire. Triunfó el “no” en la consulta popular para permitir un cuarto mandato del actual Presidente.  Las encuestas anunciaban que ganaría el “no”, al igual que los sondeos a boca de urna. No obstante, que el conteo oficial de votos venía dando un triunfo al no, el Gobierno  se negó, hasta última hora a admitir su derrota e insistió en un empate técnico, basado en que los votos de los sitios apartados del campo podían cambiar el rumbo de las elecciones.   

Lo que sucedió es que se ha manifestado la inconformidad que existe en amplios sectores de la población para que Evo continúe en el poder y lo más grave es que todavía le quedan cuatro años de gobierno.  No se dio cuenta que el referéndum para reformar la Constitución era un bumerán que se convertía en la aceptación o repudio hacia su Gobierno.

La buena aceptación del Gobierno por parte de la gente (60%) y la percepción de que las cosas van por buen camino, seguramente llevaron al MAS, el movimiento político de Evo, a albergar la razonable idea de aspirar a continuar en el poder.  Pero el ejercicio del poder desgasta, además se han presentado escándalos de corrupción que tienen dividida a la sociedad boliviana.   Y ahora, con la derrota en este plebiscito, la dificultad se va a presentar para gobernar el período que queda, pues la legitimidad del Gobierno queda gravemente erosionada.

Es que así no funcionan las democracias reales.  Pretender quedarse una persona en el poder veinte años, de todo tiene menos de democrático.  Eso de que “falta mucho por hacer”, o que “las cosas van bien”, solo son pretextos, más no motivos suficientes para atropellar la institucionalidad y pretender perpetuase en el poder, como ha venido sucediendo con los caudillos regionales.

Para que el ejercicio democrático sea real, es preciso que haya alternatividad en la dirección del Gobierno; las reelecciones distorsionan muchas cosas, por lo pronto la igualdad de los participantes en las elecciones.  Mientras uno de ellos ejerce el poder y tiene a su disposición aviones, presupuesto, seguridad y gran visibilidad, los otros deben llegar en condiciones inferiores, desde todo punto de vista.  Al gobernante boliviano le salieron las cosas al revés y se buscó un problema que no tenía. No va más en reelección, pero ahora le corresponde gobernar con el sol a sus espaldas.