Falleció la semana anterior el doctor Jaime García Parra, santandereano, gran figura del partido conservador, quien se especializó en Economía y Administración Pública en Syracuse University N.Y y en el London School of Economics. Comenzó su carrera como juez municipal, fue delegado ante el Acuerdo Internacional del Café; ministro de Comunicaciones, de Minas y Energía y de Hacienda y encargado del ministerio de Trabajo y Seguridad Social. Embajador de Colombia ante la Corte de St. James en Londres y embajador colombiano en Estados Unidos. Podría decirse que es uno de los egresados más importantes de la Universidad La Gran Colombia, donde llegó después de haber perdido su cupo en la Universidad Javeriana, ante lo cual, en 1959 escribió esta crónica de su llegada a pedir beca y cupo a La Gran Colombia:
"Es aquel. ¿Cuál? Aquel de la mesa del fondo. Yo miré y vi a Julio César García. A sus arrugas angustiadas y nobles. A sus viejas antiparras fuera de moda, redondas, partidas por la mitad, bifocales, ligeramente escurridas sobre las narices. Escondiendo los ojos sagaces y buenos. Ni siquiera me preguntó cómo se llamaba. Simplemente le expliqué mi caso. Y me hizo alumno de la Universidad La Gran Colombia en esta forma inconvencional y honesta. Como todo lo suyo".
"Entonces lo conocí. Me hice su amigo. Lo observé cuando los estudiantes de provincia, con los fondos agotados, hambrientos y llenos de compromisos paternales, se le acercaban para pedirle una prórroga más para una matrícula que nunca pagarían. Pero esto no importaba. Para él lo trascendente era que el joven se pudiera formar, y volver a su casa entendiendo su lección. Que las clases medias alcanzaran las aulas antes prohibirlas para ellos. Que el mensajero de la oficina, después de caminar la ciudad durante el día, pudiera conocer la cultura por la noche. Para ello hizo su Universidad y su bachillerato. Que era de todos, pero eran suyos. Porque él los estaba creando, a fuerza de creer. Aun exponiéndose a ofender a los poderosos. Era su lección. La que aprendí mejor".
"La vida confundida con la de los estudiantes. Con sus ansiedades, sus problemas y necesidades. La cátedra ejercida sobria y largamente. Sin vacilaciones. Con nobleza. Más que sus textos y sus conferencias eran su actitud y su bondad las que enseñaban en los salones semi adaptados, en donde poco a poco fue formando a sus gentes y haciendo a sus instituciones. Y produciendo una especie de revolución en los sistemas universitarios del país, tan pacatos y apegados a las fórmulas. Para él, éstas no tenían valor. Le importaba la esencia de la educación. Le interesaba más educar que enseñar. Le preocupaba mayormente el que las gentes entendieran a que las mismas memorizaban. Era un maestro”.
Descanse en paz doctor García Parra, su descripción acerca de la figura de mi abuelo Julio César García, es la de tantos, más de 72.000 graduados que llegaron como Usted a la educación nocturna, llenos de compromisos familiares y con el deseo de construir una nación más próspera y justa.