JAVIER A. BARRERA | El Nuevo Siglo
Sábado, 10 de Diciembre de 2011

 

Palomas mensajeras

 

Si algo se puede notar en el cambio de mando en la cúpula de las Farc es que a la paloma de la paz la convirtieron en una vulgar paloma mensajera. La nueva táctica de comunicación se apoya en la palabrería y en la demagogia para disfrazar esa verdad narcotraficante que se esconde detrás de su propósito.

Algo que se puede evidenciar luego del comunicado emitido después de las marchas del 6 de diciembre. El tono, aparte de retador, demuestra el absurdo ostracismo en el que viven sus comandantes: momias intelectuales cuyas ideas lucen más en un museo de historia de los desaciertos y no en el corazón de un país que palpita lejos de recalcitrante estupidez.

Pretender que el Gobierno abandone la idea de rescatar a sus soldados es, en términos concretos, un imposible: en un Estado en el que el Gobierno se abstenga de ejercer su deber natural sólo queda camino para la anarquía.

El Ejército es el poder legítimo que los ciudadanos, por medio de la democracia, delegan a sus gobiernos. Las acciones del Ejército son, al final de cuentas, las acciones de los ciudadanos. De eso se trata la votación de mayorías.

Está equivocado alias “timochenko” (nombre que deberíamos todos escribir en letra minúscula) al decir que “retoma total urgencia la expresión general del clamor por la paz y la solución política…”, esa labor les corresponde principalmente a las Farc: traidores frecuentes de la paz en Colombia.

Cabría preguntarle a “timochenko”, o a la cúpula del cartel Farc, ¿la paz para qué? Un diálogo de Paz tendría cabida si el propósito de su lucha armada de imponer sus reglas sociales, políticas y económicas tuviera amplia recepción en la sociedad civil.

Sin embargo, en una sociedad que se distancia moral y activamente de dichos ideales, y más de los caminos por medio de los que se defienden, no tiene cabida un diálogo que propone imponer una realidad que la mayoría desprecia o reconoce como inútil.

Retomar las banderas de la Paz no implica liberar traficantes y secuestradores. Por el contrario, las Farc deberían demostrar su interés por volver a ser parte de una sociedad que en nada se parece al bucólico ideal por el que mueren sus militantes.

La soberbia de “timochoenko” es tan peligrosa como la mente del hombre que sólo ha leído un libro en su vida: guerrero de conocimiento pando, incapaz de ver más allá del contexto que lo formó y estancado en las ruinas de una vida que él mismo se encargó de congelar y olvidar.

@barrera.javier