Joaquín Torra es un politicastro catalán de poco pelambre, insignificante, pendenciero, pirómano social, promotor de la desintegración territorial de España y, a la sazón, presidente de la comunidad autónoma de Cataluña.
Como instrumento de su mentor, el expresidente Carlos Puigdemont, ahora retenido por las autoridades alemanas mientras andaba fugado por Europa, Joaquín fue investido en el Parlamento por la reducida mayoría que han conformado los secesionistas, independentistas, soberanistas, rupturistas, anticapitalistas, antimonárquicos, anti constitucionalistas y promotores de la violencia en la bienamada tierra donde se gestó nuestro Frente Nacional.
Tal como procedió don Adolfo cuando escribió ‘Mein Kampf’ desde la prisión, Joaquín ha dejado claro cómo es que él y sus secuaces han pensado quebrar la unidad española y someter a los catalanes de bien, que son la inmensa mayoría, a sus planes de dominación hegemónica basada en segregación, estigmatización, persecución, intimidación y deshumanización.
En tal sentido, Joaquín es el perfecto correlato de Goebbels y Ceausescu, pero también de Hugo, Fidel, Evo y Nicolás, para no hablar de Angel Manuel, en México; o de Gustavo, en Colombia.
Feliz, porque podrá disfrutar de una cuantiosa pensión vitalicia tan solo por haber ocupado el sillón presidencial durante seis meses (hasta cuando su protector trate de retomar las riendas), este agitador profesional goza de un escalofriante perfil ideológico que avergüenza a Europa entera porque, siendo sinceros, Pavelic, Horthy o Vichcy son solo un pálido reflejo de semejante catalizador del odio y la segregación.
Xenófobo y supremacista, Joaquín sostiene que “los españoles solo saben expoliar”, para luego darse el lujo de contextualizar: “franceses y españoles comparten la misma concepción aniquiladora de las naciones que malviven en sus Estados”.
Delirante, el neofascista en cuestión arenga que “Ahora miras a tu país y vuelves a ver hablar a las bestias. Pero son de otro tipo. Carroñeros, víboras, hienas. Bestias con forma humana que destilan un odio perturbado, nauseabundo, como de dentadura postiza con moho, contra todo lo que representa la lengua. Están aquí, entre nosotros. Les repugna cualquier expresión de catalanidad. Es una fobia enfermiza. Hay algo freudiano en estas bestias. O un pequeño bache en su cadena de ADN”.
Racista y decadente, promotor de la violencia postetarra y del escrache, Joaquín, al igual que sus correligionarios, se delata: “España: Ahora ya eres una sombra grotesca que suelta los últimos espasmos… No das ningún miedo, bestia inmunda. Y por eso ya podemos mirarte a los ojos, sin bajar la cabeza, sin desviar la mirada, y decirte: ¡saca tus garras de nuestras urnas!”.
Pero sus desvaríos y amenazas proferidas allá, que vienen siendo similares a las de acá, se estrellan contra el formidable muro de la democracia liberal, representativa y respetuosa de la ley y del orden. Joaquín y sus hordas serán disuadidos, no tendrán cabida y jamás serán bienvenidos.