JOSÉ GREGORIO HERNÁNDEZ GALINDO | El Nuevo Siglo
Miércoles, 30 de Enero de 2013

El error pasa. La censura no

 

En materia de medios, las libertades de información, expresión y comunicación, y su necesaria forma de responsabilidad jurídica y social, debemos ver las cosas objetivamente, y evitar hasta donde sea posible las exageraciones y los criterios absolutistas, pues contribuyen a desdibujar el verdadero sentido de los derechos y las libertades, en particular la de prensa. Ésta -digámoslo de una vez- no suele ser víctima de los equívocos o de las imprudencias sino del dolo y la mala fe; de los objetivos políticos; de las intrigas y de los malabarismos de quienes, sin escrúpulos, quieren que prevalezca la mentira sobre el sano y bien intencionado ejercicio de las prerrogativas que ofrece el orden jurídico democrático.

El diario español El País ha presentado disculpas por el hecho de que en su primera página haya aparecido una fotografía en su momento no confirmada -que después resultó efectivamente equivocada- del presidente venezolano Hugo Chávez, al parecer en el curso de una intervención quirúrgica.

El hombre de la foto era otro, aunque sus características físicas eran similares a las del líder socialista,  todavía hoy en grave estado de salud en La Habana, aunque recuperándose según las informaciones oficiales.

No obstante el reconocimiento hecho por el periódico -de modo que hasta narró en su edición del domingo cómo habría ocurrido el equívoco, desde luego lamentable-, hay anuncios de demandas y pleitos judiciales.

Parece a quien escribe estas líneas que, sin perjuicio de estimar pertinentes y necesarias las explicaciones del medio -que ya se dieron-, avanzar en un litigio es algo que resulta innecesario y desproporcionado, si se tiene en cuenta que las violaciones del derecho a la información y a la libertad de expresión, en ese y en otros países suramericanos, son muchas y significativamente mayores que el simple error al presentar una noticia -corregible y hasta sancionable internamente-, y sobre todo aceptado y reconocido, y muy frecuente en la prensa, de presentar a quien no es. No ocurre esto por primera vez en el mundo. De hecho, a mi bisabuelo, José Suárez Toneau, lo presentaron a finales del siglo XIX como si fuera Marco Fidel Suárez.

Son daños peores para la democracia la censura; la sanción pecuniaria o penal por lo que se informa o se transmite; la búsqueda de responsables por delitos de opinión; las restricciones a la libertad de prensa. Una equivocación, aunque moleste, no es necesariamente dañina. El error pasa. La censura es imborrable. Dios nos libre de ella.