JOSÉ LUJÁN ZAPATA | El Nuevo Siglo
Jueves, 29 de Septiembre de 2011

¿Otra reforma constitucional?

Probablemente  ocupamos el primero, o en todo caso uno de los primeros lugares del mundo, en número de reformas constitucionales. Nuestra Carta de 1991 ya tiene treinta y dos reformas y según informó El Nuevo Siglo del pasado viernes 23 de septiembre, peligrosamente estamos en puertas de otra reforma que afortunadamente ya fue calificada como un “despropósito” por el representante a la Cámara, Telésforo Pedraza, quien por ello mismo merece gratitud ciudadana.
La generalidad de los inversionistas extranjeros y los calificadores de riesgos estudian bien la seriedad, seguridad y estabilidad jurídica de los países; por ello y por otras razones, la Constitución no debiera modificarse sino por necesidades fundamentales -algunos la denominan la Carta Fundamental-. En sus cátedras universitarias y en columnas periodísticas el gran constitucionalista Luis Carlos Sáchica, al igual que otros juristas colombianos, han clamado contra esa especie de manía colombiana de estar reformando nuestra Carta Política. Pero la reforma que se propone ahora para elegir en las ciudades del mundo en donde tengamos embajadas y consulados, congresistas que representen a los colombianos que viven en el exterior, más que un despropósito, constituye una verdadera estupidez. Semejante esperpento se propuso por primera vez en el gobierno de Virgilio Barco y luego en el de Álvaro Uribe. En esas oportunidades expresé, en una columna del periódico El Tiempo y luego en este mismo espacio, algo así como que las tres preguntas del millón serían las siguientes: Primera. ¿Cuánto le  cuesta a nuestro país hacer elecciones en tantas ciudades del mundo y mantener nuevos congresistas? (relación costo/beneficio). Segunda. ¿Para qué les podrá servir a los colombianos en el exterior nuevos representantes a la Cámara? Tercera. ¿En cuál o cuáles países del mundo existirá semejante cosa o institución?
La mayoría de los países del orbe, excepto Cuba y otros cuantos que por razón de su sistema político mantienen congresos excesivamente numerosos, tienen proporciones razonables entre sus presupuestos nacionales, su extensión, su población y el número de congresistas. Pero nosotros somos un país especial, para no decir desafortunado, ni pervertido.   
Recordemos que Colombia tiene hoy 102 senadores, cuando Estados Unidos tiene 100, Brasil 81, Argentina  72 y Alemania Unida, apenas 69 integrantes de su Cámara Alta para representar a sus Estados.            
Crecer en cualquier forma nuestro Congreso bicameral, ya numeroso,  es una crueldad con el pueblo colombiano.