JOSÉ MANUEL RESTREPO ABONDANO | El Nuevo Siglo
Jueves, 19 de Julio de 2012

El barril sin fondo

 

Imaginémonos por un instante una familia que tiene unas fuentes de ingresos y gastos. Consideremos que la familia a lo largo de los últimos 20 años ha venido gastando más de su propia capacidad, en especial tratando de vivir la vida de una familia de un estrato más alto. Adicional a lo anterior, un miembro de la familia se suele llevar parte de los ingresos de la casa a escondidas y desde hace algún tiempo los padres de esta familia se han desentendido de lo que sucede en el interior de la misma. Veinte años después se dice que la solución es que los primos o abuelos pongan más dinero para solucionar la iliquidez.

Esto que parece una caricatura es el dibujo de la grave crisis que afecta al sector de la salud. Un sector que terminó cooptado por los intereses privados de todos sus actores en detrimento del verdadero interés público que es la salud de todos los colombianos. Muchos le achacan la crisis a la Ley 100 y otros creen infantilmente que el tema es que el Gobierno Nacional destine 4 billones de pesos adicionales para solucionar el problema. Me da pena con unos y otros, pero ninguna de estas soluciones será definitiva. El sistema de salud en Colombia es hoy un “barril sin fondo”, que es capaz de desaparecer cuanto recurso le inyecten, y la iliquidez del mismo no es nada distinto que la suma de corrupción, incapacidad de gestión, intereses privados y gastos suntuarios para nuestro propio nivel de desarrollo.

En un ejercicio sencillo de ingresos y egresos, lo que está sucediendo es que derivado de la ceguera del sistema de justicia (que todos los días trabaja para la tribuna y da más y más servicios sin poderlos financiar), hoy Colombia está ofreciendo un cubrimiento que es imposible de lograr. Parece un círculo vicioso, pero por ofrecer más servicios de lo posible, se generan atrasos de caja entre los distintos actores, que a su vez presionan a que los usuarios no sean atendidos y tengan que acudir a la “tutelitis aguda”, que a su vez impone un sobrecosto administrativo al sistema de justicia. Algunos actores del sistema elevan sus precios para compensar la demora de sus entradas de caja, y otros aprovechan el desorden para capturar clientela política o recoger indebidamente recursos de la salud de los colombianos y en general el destino es un inevitable colapso.

En este escenario, sensato es pensar que el tema no es un problema de Leyes que nos devuelvan al modelo anterior en donde los que se enriquecían a costa de sus pacientes eran los médicos, o donde la cobertura era inferior.

Es recomendable que un actor externo a cualquier interés nacional nos haga una mirada crítica, y proponga un curso de acción. Un camino es leerse el libro reciente de Michael Porter “RedefiningHealthCare”, en el que recomienda revisar el sistema de incentivos y revisar la estructura de los sistemas de salud.

jrestrep@gmail.com