JUAN DANIEL JARAMILLO ORTIZ | El Nuevo Siglo
Lunes, 23 de Septiembre de 2013

Agua y ríos limítrofes

 

Ni siquiera la sentencia de la Corte Internacional de Justicia que ha buscado privarnos de más de 75 mil kilómetros de nuestro mar Caribe ha podido poner el agua en el centro del debate público, que sigue centrado en la pobreza de los personalismos.

A medida que la presión demográfica se intensifica en buena parte del mundo y las relaciones inadecuadas entre urbanización, industrialización y agricultura se complican, el agua de este mundo se evapora y desaparece. El cambio climático y la mala gerencia pública impulsan un proceso cuyos visos apocalípticos no quiere ver nadie en Colombia.

El tema no es, desde luego, la existencia de agua pura, que es un serio problema, sino la de este elemento. En la actualidad, cerca de 1 billón de personas carece de acceso a agua potable y se estima que en 20 años la mitad de la población del mundo  habitará áreas gravemente deficitarias del líquido. Gran mayoría del agua lluvia regresa a los océanos y entre un 70 y 80 por ciento de la que corre por las tuberías se pierde en filtraciones y tecnología obsoleta.

Según el International Water Management Institute la demanda global de agua  crecerá 25 por ciento para 2030. China, por ejemplo, donde se asienta cerca del 20 por ciento de la población del mundo dispone de un irrisorio 5 por ciento de la existencia de agua potable total. La contaminación no sólo hace estragos en las redes hidrográficas de América Latina, África y Asia  donde regímenes laxos siguen permitiendo actividades letales. También en Europa y América del Norte cuyas infraestructuras industriales vierten, merced a trampas legales de toda índole, sus desechos en todos los ríos.

Temas fundamentales empiezan a ser el transporte y economía de agua así como la regulación clara y precisa de aguas compartidas por distintos países. Los conflictos fronterizos tendrán que ver cada vez más con el uso del agua y por ello gobiernos proactivos, que sí proyectan el futuro, tienen hoy en sus agendas en lugar prioritario la celebración de tratados bilaterales y multilaterales que aseguren la soberanía de aguas hidrográficas.  En Colombia, como ocurrió con la disputa que nos construyó diestramente Nicaragua con nuestro Archipiélago de San Andrés y Providencia, sólo se inicia la reflexión una vez consumado el problema.

Por esta razón la regulación de todos los ríos fronterizos, depósitos ricos en agua y recursos alimenticios, como el Catatumbo, Zulia, Putumayo, Vaupés, Orinoco y San Juan, no es asunto de importancia para una Cancillería que vive hoy la alegrona perspectiva del derecho y las relaciones internacionales como un carnaval insomne de chismografía barata y dudosas relaciones públicas.

Buena medida de acciones legales que se planean en el inmediato futuro en la CIJ tiene que ver con la preservación y uso de aguas hidrográficas binacionales o multinacionales. Ahí está el último caso entre Uruguay y Argentina relativo a la instalación de una planta de celulosa perteneciente al conglomerado finlandés UPM-Kymmene en territorio uruguayo en una ribera de las aguas binacionales del río Uruguay.

Como lo hizo la administración López Michelsen con su política futurista de expansión en el mar Caribe, malograda por posteriores gobiernos, llegó la hora de concebir y ejecutar la política de conservación y uso de nuestros ríos fronterizos, por los cuales corre parte considerable de la savia vital del país. No se advierte en quien dirige hoy la Cancillería esta visión con alcance así que deberá ser el Congreso de la República, o el propio presidente Santos, quienes vayan tomando la iniciativa.