JUAN DANIEL JARAMILLO ORTIZ | El Nuevo Siglo
Lunes, 31 de Marzo de 2014

LA ELECCIÓN DE MAGISTRADO

Linares es el hombre

EL  proceso de escogencia de la terna que la Corte Suprema de Justicia debe remitir al Congreso para la elección del magistrado de la Corte Constitucional ha rebasado los límites del mínimo pudor. Cuando los candidatos, circunscritos a una norma de austeridad inherente a los togados, deberían exponer ante los magistrados sus ideas fundamentales sobre el proceso de control jurisdiccional, lo ocurrido es escandaloso. Reuniones secretas, desayunos, almuerzos, cenas, dimes y diretes que no se compadecen con la majestad de la justicia y contribuyen al deterioro in crescendo de su imagen institucional.

Curiosamente los actores de este carnaval de codazos y zancadillas han sido algunas de las ilustres candidatas, bien identificadas, pero es mejor no mencionar nombres aquí. Y los grandes temas constitucionales y legales que afrontará el país han importado un higo. Por ejemplo, el proceso de paz, que no terminará como se cree con un escueto sí o no nacido en un referendo.

Hay unas normas internacionales, en particular el Artículo 3 Común de las Convenciones de Ginebra de 1949 y Protocolos Adicionales de 1977, derecho imperativo en la actualidad en la jurisprudencia tanto de CIJ como CPI, cuyas violaciones no admiten perdones ni amnistías de ninguna naturaleza. Esta breve disposición es la piedra angular y brújula de navegación de los tribunales penales internacionales. Los resultados del proceso de paz que se desarrolla en La Habana tendrán que observar sus principios.

Una vez el Marco Jurídico para la Paz empiece a tener desarrollos legales, en la Corte Constitucional estará la última palabra en materia de leyes estatutarias y otras normas. Muy saludable habría sido para el país que las activas candidatas, en febril proselitismo, hubieran sacado unos minutos de su tiempo para contarle al país qué piensan sobre este tema crucial. Pero todo lo que sabemos es que una tuvo un encuentro con el político X, otra con el político Y, y otra más con el político Z y allí se selló el compromiso de tal número de votos. Todo, absoluta y desvergonzadamente todo, votos.

La dignidad de la justicia trasiega por el suelo. El país está hastiado del clientelismo judicial y ávido de información acerca de temas que le conciernen en profundidad: derecho a la vida y de víctimas, futuros desarrollos del proceso de paz y sentida necesidad nacional de que lo que ocurre en La Habana no se convierta en un festín de la impunidad.

¿Sería mucho pedirle a la honorable Corte Suprema que demore por lo menos una semana la escogencia de la terna para que los candidatos nos cuenten algo acerca de estos temas vitales? Sí: el máximo organismo judicial tiene la potestad de oírlos como también, más adelante el Congreso, pero los colombianos tenemos el derecho prioritario a saber qué ideas rondan por sus cabezas, hoy ocupadas en virtuales campañas políticas, acerca de asuntos que nos tocan y conciernen sin exclusión a todos.

Se habla hoy del derecho que asiste a las mujeres de ser compensadas por la secular discriminación a que han estado sujetas. Con toda la razón. Pero en esta campaña, donde las punteras son las competentes y competitivas damas en cuanto mentidero político se consulte, parece que hay que reclamar un cupo para el sexo masculino.

Y es aquí donde los magistrados bien harían en mirar el nombre de Alejandro Linares, jurista brillante, exviceministro de Agricultura y director del Plan Nacional de Rehabilitación durante la administración Gaviria. Se ha dedicado en tiempo reciente a estudiar ese difícil y delicado equilibrio que debe existir entre paz requerida y paz sin impunidad.