JUAN DANIEL JARAMILLO ORTIZ | El Nuevo Siglo
Lunes, 6 de Febrero de 2012

Diplomática sin escrúpulos (II)

Me dijo Luis González Barros, el veterano diplomático, que el proyectado think tank aparecía ya en el testamento único otorgado con su hermana Berta y me entregó copia que leí. Era una idea imprecisa que deberían coordinar sus amigos muy cercanos desde tiempos javerianos, Misael Pastrana y Rodrigo Llorente.
Agregó Luis que era urgente modificar el testamento pues todos estaban en la tercera edad y más conducente sería conformar un grupo de profesionales nuevos para que lo hicieran. Me detalló inversiones significativas existentes en EE.UU y Luxemburgo y otras en Colombia que deberían servir de asiento financiero de la institución de estudios e investigación.
Acordamos reunirnos de nuevo pues deseaba mi consejo. Semanas después dejé el país al aceptar nombramiento diplomático en la ONU y Luis falleció repentinamente apenas cumplidos los 70 años.
Su hermana Berta no se atuvo al testamento único. Lo modificó sustancialmente. La idea de la fundación -vine a saber después- se evaporó y la bella residencia de Teusaquillo construida en media manzana -futura sede del think tank- fue donada en vida suya a una comunidad religiosa. Varios bienes e inversiones fueron distribuidos entre sus primos hermanos.
No las inversiones en el exterior. Una funcionaria de la Embajada de EE.UU. en Bogotá, llamada Carolyn Stimmel, entonces en México, le organiza a Berta -de 84 años-, con salud quebrantada, viaje a Luxemburgo para elaborar un contrato fiduciario en el Banco HSBC, tutora ella de la anciana dama. Se reparten los fondos entre cerca de 30 personas, donde entran a figurar en lugar preeminente su madre colombiana y ella misma con porcentajes importantes. Y, lo más delicado -de lo cual tengo pruebas-, esta funcionaria Stimmel se hace designar supervisora del contrato (de casi 5 millones de dólares) que se liquidará a la muerte de Berta González. Ninguna suma podrá ser girada sin su arbitrio y anuencia.
Con la adición gravísima de que en vez de informar a la autoridad fiscal colombiana, DIAN, acerca de fondos no declarados, la diplomática-agente privada se presta a coordinar una violación masiva de la ley tributaria del país. Entiendo que la DIAN investiga ya la situación pero debe ir al fondo y revisar la injerencia de la diplomática en la evasión que hayan hecho ciudadanos colombianos al percibir beneficios del contrato.
Esta diplomática ha pisoteado la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas (1961) que suprime la inmunidad diplomática (artículo 31) en caso de que el agente haya actuado en cualquier rol dentro de una sucesión.  Gestionó intereses, además, como agente privada dentro de un paraíso fiscal, uno de los temas más sensibles hoy en el mundo, que dio lugar al Foreign Account Tax Compliance Act Fatca, firmada hace poco por el presidente Obama.
Personas decentes se alejan cada vez más de los paraísos fiscales porque se convirtieron en sopas indigeribles donde conviven minoritariamente fondos legales con los nacidos en delitos y corrupción. Es preciso estar lejos de ellos. Inquietud de Luis González Barros en el momento de morir era la legalización de estos recursos.
La diplomática juega a su antojo, asimismo, con la doble nacionalidad norteamericana-colombiana, según plazca a la voracidad insaciable de su bolsillo, violando otra vez la ley internacional. Esto y los bienes muebles de valor multimillonario que fueron sustraídos de la sucesión de Berta González Barros (joyas y vehículos incluidos) debe explicarle al ICBF.  También el destino de dineros en cuentas en EE.UU. Y a su Departamento y a nuestra Cancillería su carencia completa de escrúpulos y ética.