JUAN DANIEL JARAMILLO ORTIZ | El Nuevo Siglo
Lunes, 13 de Agosto de 2012

El tratado que no nació

 

Cuando el comercio global y el tráfico ilícito de armas alcanzan suma cercana a 100 billones de dólares anuales, naufragó en la ONU hace dos semanas el acuerdo histórico que significaba el primer tratado internacional sobre el comercio de armas convencionales. Día triste para la humanidad el viernes 27 de julio cuando los 193 países miembros abandonaron la sede de la organización en Nueva York con sus manos vacías.

El colapso del tratado muestra que el derecho a portar armas en territorio norteamericano parece haberse convertido en un principio constitucional tan sólido como el propio derecho a la vida. Así el costo sean inocentes, como se vio hace pocas semanas en Colorado, y sin importar las implicaciones graves que el sacrosanto derecho tenga en países afectados de criminalidad armada extendida como es el caso de Colombia.

Y ha causado asombro en medios internacionales que el naufragio haya ocurrido no por cuenta de los renegados internacionales de siempre, Irán, Siria, Cuba y Corea del Norte, como lo ha señalado Le Monde  (julio 30, 2012, p. 5) sino EE.UU., Rusia y China. EE.UU. principal fuente de suministro global de armas convencionales, controla 40 por ciento del mercado. China ha ganado en la última década participación fundamental que expertos estiman entre el 12 y 17 por ciento. Pero fueron las secretaria de Estado Clinton y la embajadora Rice quienes se adelantaron a esgrimir problemas jurídicos de última hora que terminaron por enviar a la gaveta un tratado casi finiquitado. China y Rusia no tardaron minutos en proveer cada uno su palo adicional a la rueda.

Cerca de 50.000 personas perdieron la vida a causa de la violencia durante el mes de las negociaciones  ha recordado la ONG Control Arms. El tratado archivado, cuyas discusiones fueron un prisma aterrador por las cifras y mecanismos de suministro que aportaron Estados miembros y ONG, contiene sólidos elementos de logística de control sobre el comercio ilegal, además de establecerlos para el legal.

Pero, ¿por qué razón dejó el presidente Obama avanzar la discusión, brindando fuerte apoyo político y asumiendo incluso la tarea de persuadir a un país de lejos el más reticente como lo es Rusia, para salirse a última hora por la puerta de atrás?

La maniobra dilatoria tiene el condigno ingrediente electoral: le permite a Obama llegar hasta la elección presidencial de noviembre sin someter el tratado a la aprobación del Senado. Un grupo bipartidista de 51 senadores, aduciendo la implicación que el tratado tiene en el derecho constitucional a portar armas dentro de EE.UU., amenazó exactamente el día antes de la votación del tratado en Nueva York oponerse con su voto en Washington. Una derrota para Obama en este tema a sólo semanas de la elección habría podido desplazar todo el segmento demócrata pro libre compra y porte de armas hacia Mitt Romney. Texas, Georgia y Florida, por ejemplo, quedaban en zona de riesgo.

En una declaración conjunta de 90 países (¿habrá firmado nuestro embajador Osorio?) liderada por la Unión Europea, se manifestó la decepción. Para el embajador argentino, Roberto García Moritán, quien presidió los trabajos preparatorios, el tema en juego es ni más ni menos que la defensa de derechos humanos. Cuya fase declarativa firme lleva más de 200 años y la de implementación y articulación revela desfases grandes.

Para Colombia se trata de un tema vital pues el comercio ilegal de armas es el dispositivo que potencia la subversión homicida. Las Farc son participantes activas dentro de los denominados mercados negros de armamentos. En Washington tendrá que dejar oír voz firme el nuevo embajador Carlos Urrutia.

juan.jaramillo@tufts.edu