JUAN DANIEL JARAMILLO ORTIZ | El Nuevo Siglo
Lunes, 17 de Diciembre de 2012

Bilateralismo del bueno

 

Dentro  del multilateralismo creciente, el gobierno del presidente Juan Manuel Santos se ha esforzado en fortalecer las relaciones bilaterales con varios países. Tras el retiro de Colombia del Pacto de Bogotá de 1948 debe tenerse presente que la paz regional, aquí y en otros continentes, se asienta en relaciones bilaterales transparentes y dinámicas.

Para los estudiosos de las relaciones internacionales es conocido un caso clásico, el más antiguo, de relación bilateral de solidez absoluta: el de India-Nepal que lleva más de 2.500 años, edificado y consentido cuidadosamente por los dos países entre animosidad y belicosidad en el vecindario. Pero también se encuentran el de EE.UU.-México, Brasil-Argentina y más recientemente la alianza franco-alemana, pilar de la Unión Europea. El bilateralismo en perspectiva amplia pero sobre todo entre países limítrofes seguirá siendo el antídoto más seguro contra enfrentamientos.

En este sentido y en medio del aluvión de críticas inmerecidas que ha recibido en estos días, por cuenta de gobiernos anteriores, la política exterior de la administración Santos (por ejemplo la columna plagada de imprecisiones fácticas del exministro Oscar Iván Zuluaga, El Tiempo, Dic.10) es importante poner de relieve los 8 acuerdos de cooperación firmados la semana pasada en Tulcán. Los presidentes Santos y Correa y diez de sus ministros suscribieron acuerdos en temas de infraestructura, conectividad, seguridad y defensa, economía, minería ilegal, desarrollo, salud y cultura.

Sin disminuir la trascendencia de los restantes, el de mayor relevancia lo constituye el acuerdo de cooperación y defensa, de contenido en verdad histórico. Ecuador y Colombia son socios naturales en la lucha contra el crimen internacional que se viene valiendo para florecer de la larga frontera selvática a lo largo de Carchi y Sucumbíos en el vecino país y de Putumayo en el nuestro. El acuerdo de cooperación en esta área supone intercambio constante de información e inteligencia e implica un cambio rotundo en la reticencia de la administración Correa para comprometerse en consensos de esta índole.

Colombia y Ecuador dan con estos acuerdos un paso firme para solidificar la relación y blindarla contra agentes externos. Quien niegue o no desee ver un triunfo del presidente Santos y de sus ministros en lo ocurrido en Tulcán salta olímpicamente por encima de las realidades.

“Al crimen internacional hay que darle respuestas colectivas” dijo el presidente Correa al finalizar la reunión. ¡Cómo no ver aquí el inicio en firme de una nouvelle entente entre Colombia y Ecuador que se traducirá en bienestar para ciudadanos de ambos países! Las relaciones pasaron por un momento crítico y hay quienes opinan que el presidente Santos y la canciller Holguín han debido mantenerlas así, deterioradas, fieles a la óptica decadentista de que los ritmos bajos de la historia deben seguir perpetuamente. Que son los mismos en opinar que las relaciones de baja calidad con Venezuela, estropeadas y vencidas, debían entrar por la ruta de no retorno, engarzadas en golpes mutuos que castigaran y arruinaran a ciudadanos de ambos lados de la frontera.

Lo ocurrido en Tulcán es memorable porque construye un hito entre una relación -la de Colombia con Ecuador- que debe perfilarse como la existente entre Nepal e India: milenaria y a prueba de golpes. Que es la misma que debe existir con Venezuela.

Durante este último mes se descubrió la fórmula para acabar con la política exterior de Santos: enrostrarle un percance en La Haya que le es ajeno y esconder la continuación de sus tangibles victorias diplomáticas.