JUAN DIEGO BECERRA | El Nuevo Siglo
Domingo, 20 de Abril de 2014

Violencia de género

 

Siempre he pensado que la discriminación positiva es una forma sutil de categorizarnos como incapaces de reconocer que aún nos equivocamos. No creo que deba existir cuota de mujeres, o de negros, o de indígenas o de ninguna minoría, simplemente porque suponer la obligatoriedad de las cuotas significa que no consideramos que son lo suficientemente buenos para llegar por sus propios méritos, es decir, a mi juicio, les discriminamos. Pero no es lo mismo con la violencia de género, que por cuenta del machismo idiota que aún predomina en nuestro país, logra niveles insospechados que llevan a la humillación, a la agresión.

Porque la violencia no es sólo física a pesar de las cifras alarmantes que salen a la luz todos los años y no es sólo con la pareja como parece siempre que reducimos al fenómeno de la violencia intrafamiliar. Es una violencia densa, insoportable. Es la suposición en la que una falda corta es sinónimo de ligereza sexual, en la que exhibir un video íntimo es una forma de desquitarse con una mujer que fue capaz de decir que no más, en la que una mujer exitosa lo es porque supo a quién dárselo. Es esa violencia que se reproduce como sin darnos cuenta, bajo la ranura de las puertas, silenciosa, a veces, invisible, pero profundamente perversa que provoca tanto o más daño que la física.

Por eso si pretendemos dar un paso como sociedad en este país debemos empezar por rechazar esas formas de violencia, porque a los violentos en el monte los enfrentan los militares o los policías, pero a los que acosan o ultrajan a una mujer pasan inadvertidos, tranquilos, impunes, porque no todo acoso o ultraje es aún un delito, porque nuestro sistema no puede hablar de cárcel para todo, pero nuestra sociedad aún no castiga a los miserables que siguen pensando que ser macho es pasarle encima a una mujer.

Y es un problema social, que se reproduce en las familias, en los colegios. E insisto en que debemos dejar la lástima que causa la discriminación positiva que victimiza a las mujeres para pasar a hacer algo en contra de aquellos que realmente se convierten en victimarios porque no siempre tendremos buses o vagones exclusivos, o policías para estar siempre ahí. Pero siempre habrán miserables, abusadores e idiotas.

Por eso tenemos que ser nosotros, los hombres, los que estemos en contra de la violencia de género, y denunciarla, combatirla, porque un día puede ser nuestra madre, o nuestra esposa  o nuestra hija, y seguro quisiéramos que hubiese alguno de nosotros dispuesto a hacerlas respetar.

 @juandbecerra