JUAN DIEGO BECERRA | El Nuevo Siglo
Domingo, 8 de Enero de 2012

Prueba de fuego

Si hay algo que siempre está en discusión entre los académicos del mundo es la distancia entre la teoría y la práctica. Siempre la teoría termina estableciendo algunas formas extrañas de concepción del mundo que al final siempre terminan relegadas a los libros y grupos de estudio, mientras en la vida real los gobiernos si acaso toman alguna idea y se defienden con ella. En la práctica las teorías no son más que ideas extrañas que nadie acoge pero que todo el mundo defiende.
Ese es el principio de lo que en este año tenemos por venir. Después de años de enfrentar a la práctica de la política con su crítica académica, el nuevo gobierno del Distrito Capital nos trajo en los principales cargos a académicos reconocidos, pero con escasa experiencia en el ámbito de la administración real. Por eso además de la carga política que ya traía el nuevo alcalde después del desastre de la administración anterior, tiene ahora el peso de la disputa eterna entre academia y práctica. Ni más ni menos.
Si bien es cierto que la conformación del equipo principalmente académico probablemente termine en gran parte con el peso de las cuotas burocráticas, también es cierto que la inexperiencia podría terminar traducida en un discurso prolijo y una ejecución pobre, por decir lo menos. Y eso en una ciudad que necesita una guía de la que ha estado tanto tiempo desprovista, es una responsabilidad demasiado grande.
Sin lugar a dudas es un momento demasiado temprano para hacer pronósticos o apuestas, pero es claro que el camino será lento y tortuoso. La diferencia sobre lo que pueda llegar a suceder depende principalmente de dos fenómenos particularmente extraños en nuestra política: que la academia logre abrir sus oídos para escuchar voces que no necesariamente están de acuerdo con sus argumentos y que los políticos tradicionales aporten la experiencia que permite el manejo de la ciudad. Ambos caminos complicados, pero definitivamente no imposibles.
La posibilidad de que así sea recae principalmente en las manos del Alcalde, aún indescifrable en el Palacio Liévano. En lograr pasar de la retórica a la real politik, cuando aún no logra acomodarse siquiera en su puesto de nuevo administrador. He ahí el reto y el principio del cambio en la ciudad. Mientras tanto sólo puede abrirse el paso para la bienvenida de los que entran y un saludo a los que están. Esa es la única esperanza para los que vivimos en la ciudad y que creemos que en verdad es posible cambiar algo.
juanego18@gmail.com