Juan Diego Becerra | El Nuevo Siglo
Lunes, 10 de Noviembre de 2014

VAGONES

Hipocresía urbana

Decir   hoy que el costo del posconflicto no tiene forma de ser abordado con las finanzas de hoy es una realidad casi incuestionable. Es evidente que las inversiones que deberán hacerse superan por mucho los alcances que tiene el presupuesto nacional, hoy, mañana, y varios años de acá hacia adelante. Lo que no podemos negar es que no es nada más que la puesta al día con un sector rural que llevamos años olvidando, como si nunca nos hubiésemos considerado un país agrario, como si el desarrollo que tenemos hoy no fuese debido a los campesinos, al esfuerzo de cada uno de los hombres y mujeres que a punto de azadón lograron construir este país.

Colombia se urbanizó a las malas, pretendiendo unirse a ese club de grandes metrópolis que ofrecían oportunidades, a los cinturones de miseria que al menos tenían servicios públicos inalcanzables a horas de un centro urbano, a los derechos mínimos de supervivencia que no existían tierra adentro. Y nos concentramos en las ciudades y olvidamos a medio país y los aislamos, como si fueran otro país, de esos que se escuchan en noticias, pobres, miserables, obligados a recibir migajas de las urbes y sus ciudadanos.

La inversión del posconflicto, o por lo menos de esa guerra absurda con las guerrillas, no deberá cambiar la asignación a la fuerza pública, porque consolidar esos territorios que tanto tiempo nos han sido esquivos tomará tiempo y un gran esfuerzo por parte de nuestros soldados y policías, así que no debería haber cambios ahí. La verdadera inversión es en esos millones de hectáreas lejanas para que llegue justicia, salud, educación. Es sólo ponernos en la tónica de volver a convertir a los colombianos que están en el campo en ciudadanos como nosotros, como usted y yo, que vivimos en las ciudades, nada más.

Y no tiene nada que ver con posiciones ideológicas, porque hasta donde recuerdo todos los presidentes recientes siempre han dicho que debemos recuperar y apoyar al campo, pero siempre a través de pañitos de agua tibia, de medidas temporales que el año siguiente terminan olvidadas. Es la hora de asumir que nuestro país ha sido un país agrícola vergonzante, que le debemos a esos campesinos nuestra independencia y nuestro desarrollo hasta la primera mitad del siglo XX. Este país ha vivido de sus ciudades apenas una sexta parte de su historia republicana, creo que sin importar los resultados del proceso de paz, tenemos una deuda grande con la tierrita. Muy grande.

@juandbecerra