Cada día que pasa los magistrados, jueces, fiscales y, en general, todos los funcionarios honorables, rectos y confiables de la rama Judicial, ven enlodada, cuestionada y sombría su reputación, ante los hechos que por culpa de la corrupción salen a la luz pública con inusitada frecuencia.
Los ciudadanos se cuidan de poner una denuncia sobre pequeños, medianos y graves crímenes que se cometen a diario. Y la Policía, de capturar a los maleantes que pululan en nuestras barriadas, calles y lugares públicos, porque son liberados antes de que la autoridad abandone el juzgado o la Fiscalía.
Los asaltos cometidos por los de “cuello blanco”, cada vez son más frecuentes, porque estos, cuando reciben algún castigo, son sancionados con poco tiempo en “casa por cárcel”. Saben que en unos cuantos meses salen a gozar de los robos de bienes y dineros que saquearon a la gente, al Estado.
Hay quienes sostienen que ya hay tarifas en ciertos juzgados y fiscalías, para los delitos. Si la cosa es de poca monta, se logra libertad inmediata, tras deslizar el monto de la tarifa por debajo de la mesa. Si se trata de delitos mayores, el negocio dura más tiempo rodando por juzgados, tribunales y fiscalías, hasta que se logran acuerdos tarifarios. Así obtienen casa por cárcel, internarse en clínicas, o autorizaciones para salir del país y eludir la justicia.
Sin que a nadie parezca importarle, es usual que se apliquen los vencimientos de términos, mediante acostumbradas dilaciones, o dudosas apelaciones ante la CIDH, para evadirse, con ciertas complicidades judiciales.
Con dolor, los colombianos observan cómo ciertos magistrados, pese a haber cometido monstruosos delitos, permanecen en las cortes sin inmutarse, sin sonrojarse, mostrando con arrogancia su gran poder político.
Y qué decir de magistrados que dilatan elecciones para llenar las vacantes, porque esperan órdenes de jefes políticos, o de altos funcionarios para garantizarles el manejo de las altas Cortes.
Estamos, pues, en el más crítico escenario de nuestra justicia, y los perjudicados somos todos los colombianos, en especial aquellos hombres probos que aún quedan en la rama. Porque sí los hay.
La corrupción crece, crece, porque los criminales compran sus reclusiones en guarniciones militares o de Policía. Luego pasan a sus lujosas residencias, si es que antes no han emigrado para buscar asilo, alegando persecución política.
BLANCO: Cada día hay nuevos reconocimientos para el Nobel de Paz. Ahora Honoris Causa en Francia. Imposible que el mundo esté equivocado, como lo estima la extrema derecha.
NEGRO: Lo que pasa con las tierras abusivamente arrebatadas.
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