El discurso de Kamala Harris en la Convención Demócrata fue una obra diseñada para atraer a la base de su partido. Tuvo fuerte carga emocional, muchas sonrisas y sentimentalismo, pero poca profundidad en propuestas políticas sustantivas. Sin duda, fue una “presentación social” como las que hacían las familias cuando sus hijas “en edad de merecer” eran exhibidas, en fastuosos bailes, ante pretendientes, para lograr un matrimonio ventajoso.
Los personajes demócratas que hablaron en la Convención para crear un ambiente exaltado y propicio para el discurso de Harris, entre ellos Barack y Michelle Obama, reiteraron extensamente los orígenes de la candidata, sus retos como mujer morena, o “brown”, como se llama ahora en USA a quienes no son enteramente blancos o negros, generalmente descendientes de matrimonios mixtos y primera generación de padres inmigrantes, como ella, intentando así forjar una conexión con los millones de votantes con esas mismas características. Recordemos, el padre de Kamala es jamaiquino y la madre de la India.
Pero Harris no pudo ocultar el pensamiento marxista de su padre, el cual es evidente en las actuaciones políticas de la candidata y asusta no solo a los republicanos, sino también a muchos indecisos, aún a demócratas de centro, que no comulgan con estas ideas izquierdistas, tan antiamericanas.
Fue un discurso que dejó brechas significantes de cómo enfrentará los problemas más importantes para el electorado, particularmente los económicos y la migración desbordada.
La descripción de Harris de Estados Unidos fue implacablemente sombría, retratando al país como si estuviera en estado de crisis debido a las políticas del gobierno de Trump. Pretendió olvidar que quien gobernó los últimos cuatro años fueron los demócratas Joe Biden y ella, como vicepresidenta.
Para los republicanos que generalmente favorecen una visión más optimista del potencial y la resiliencia de USA, el sombrío panorama de Harris puede parecer desconectado de la realidad de una nación que con el presidente Trump experimentó un crecimiento económico significativo, un desempleo récord, antes de la pandemia, y una postura firme en temas internacionales.
Harris también reiteró su apoyo a políticas que muchos consideran preocupantes, como la expansión del control gubernamental en múltiples aspectos. Posición alineada con el ala de extrema izquierda del Partido Demócrata, lo que es problemático para los moderados e independientes que consideran tales políticas excesivas o dañinas para la libertad personal, económica y la soberanía nacional.
La historia de Harris como fiscal fue destacada o minimizada, dependiendo de la audiencia a la que se dirigía. Si bien se presentó como alguien que ha luchado por la justicia, su historial en California ha sido criticado por constantes inconsistencias. Kamala tiene una peligrosa capacidad para cambiar su forma de pensar y actuar según sus conveniencias, no según las conveniencias de Estados Unidos.
Si el discurso de Harris fue energizante para los demócratas, también fue un duro recordatorio de la dirección actual de su partido, cada vez más influenciado por ideología izquierdista proponente de impuestos más altos, más regulaciones y una mayor participación del estado en la vida de los ciudadanos. Para los republicanos e independientes, este es un punto crítico que debe enfatizarse en las discusiones sobre el futuro del país.
En resumen, a pesar de su desparpajo y de su grandiosa sonrisa, Kamala demostró poca profundidad en sus planteamientos.