Fue famoso al filo de los setentas el accionar de la malvada “Banda de los Cuatro”, en la China aún comunista, encabezada por la viuda de Mao Zedong - muerto en el 76- y otros tres altos dirigentes del Partido Comunista. Todos fueron declarados culpables de crímenes y abusos cometidos durante la Revolución Cultural y el peor de sus pecados fue menospreciar al emergente líder Deng Xiaoping, que al fin se impuso, marcó territorio por muchos años y fue el gran timonel que hizo de ese país una potencia mundial - ahora de corte capitalista- una vez pudieron comprobar hasta la saciedad que el comunismo servía para lo que sirven tres tomates verdes.
Pero ahora tenemos en Venezuela una nueva “Banda de los Cuatro”, conformada por Iván Márquez, El Paisa, Romaña y Santrich (alias Seusix Pausias), guerrilleros de vieja data que nunca dejaron de serlo ni siquiera aprovechando la impunidad que les garantizaba la JEP, hecha a su medida en el traje de Farc- Santos. Era de esperarse, porque Dios los cría y ellos se juntan, y fueron a parar al santuario que les tiene montado en Venezuela un tiranuelo llamado Nicolás a quien, por su brutalidad, apodan “el burro Maduro”. Y como vaca ladrona no olvida el portillo, allá fueron a parar los muy cínicos quienes, para disimular su condición de narcotraficantes pura sangre y a quienes la fiscalía les estaba pisando las botas por la continuidad de sus andanzas en el negocio, se inventaron un discurso para echarle la culpa a Raimundo y todo el mundo por el fracaso del acuerdo de paz.
Y ahora están buscando acuerdos con los elenos, también metidos hasta los tuétanos en ambos negocios: la coca y el terrorismo, todos protegidos por Maduro y sus secuaces. Ese santuario de las Farc en Venezuela sólo terminará cuando caiga el oprobioso régimen que regenta la pobre nación hermana, pero no se sabe cuándo, porque por las buenas no se pudo y por las malas menos, pues la acción militar internacional promovida por Estados Unidos y Colombia se ha visto frenada por las dictaduras aliadas y países acreedores de Venezuela - Rusia y China- que vetan cualquier posibilidad intervencionista por vía ONU.
Pero seguimos esperanzados en otro pacto, el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), un mecanismo de defensa mutua americana que es preciso obturar ahora, porque el problema interno venezolano es de una enorme gravedad humanitaria y la enfermedad se está irradiando a todo el vecindario que hemos tenido que acoger, sin tener cómo, a millones de desplazados que deambulan por el mapa americano como almas en pena. Los Estados americanos de buena voluntad - excluyendo a México, Nicaragua, Cuba y Bolivia, amigos de Maduro- tienen que pasar del discurso a la acción y juntar ejércitos para una misión que más que militar tiene el carácter de humanitaria. Es el Ius in Bello. El Derecho a la Guerra contra una injusta agresión de la dictadura del “Burro”, ahora fortalecida con las armas rescatadas por la “Banda de los Cuatro”, que hacen más letal el panorama. Lo que está en juego es la supervivencia de Colombia.