La caída de Maduro | El Nuevo Siglo
Sábado, 28 de Septiembre de 2019

LOS países que integran el TIAR se reunieron esta semana en Washington para analizar la grave situación que vive nuestra vecina Venezuela y por diez y seis votos de diez y nueve votaron a favor de activar el acuerdo para ponerle fin a la crisis, pero sobre todo proceder a castigar a los principales responsables. Uruguay votó en contra, Trinidad y Tobago se abstuvieron y Cuba no estuvo presente. Colombia llevó la voz cantante.

Nuestro país aprovechó la oportunidad para denunciar la delicada situación que se vive en su territorio por la descontrolada migración de venezolanos que huyen de la persecución y del hambre. Es una verdadera diáspora, a cada momento más caótica. Los cálculos más conservadores indican que más de millón y medio han cruzado la frontera y se calcula que el doble lo hará el próximo año. Se han radicado principalmente en la Guajira, los Santanderes, Barranquilla, Cartagena, Bogotá, Medellín y Cali.

Según nuestro canciller Carlos Holmes Trujillo, no tiene los recursos para hacerle frente a esta crisis humanitaria que sólo tiene precedentes en la que también sufre en estos momentos Siria en el África. La salud y la desnutrición son los renglones más afectados y se teme, con razón, que se desencadenen peligrosas epidemias.

Colombia y sus aliados confían en que la actual Asamblea de la ONU pueda agendar el problema y ayudar con soluciones, especialmente financieras. Apenas, como un paliativo, dispuso la entrega urgente de cuarenta millones de dólares pero se necesita una cifra como mínimo de diez veces esa cantidad.

Conocedores de la realidad se muestran pesimistas sobre una posible caída de Maduro porque Rusia y China le han brindado su apoyo y la oposición política interna no se ha logrado unificar. La presidencia interina de Guaidó está cada vez más huérfana de sustento y los dos mil generales están totalmente comprados por el chavismo.

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Es realmente preocupante lo que está aconteciendo en el escenario político de los Estados Unidos, en donde los demócratas han decidido enjuiciar al presidente Donald Trump, sin tener los votos necesarios para poder hacerlo. Lo que es peor es que las pruebas y evidencias para lograr éxito son muy endebles y lo único que han logrado, al menos hasta el momento, es atornillarlo más a su silla en el Salón
Oval.
Es curioso que Trump no calcule las consecuencias de sus actos y siga obsesionado por cobrar viejas deudas de sus oponentes a lo largo de su carrera política. Un archimillonario como él tiene que comprender que es un advenedizo hasta en el partido Republicano. Sin embargo, al menos en esta oportunidad, lo salva de su decapitación que a sus enemigos les faltan veinte votos para hacerla realidad.

Es curioso que la otra gran democracia anglosajona, la Gran Bretaña, está viviendo también momentos muy azarosos que la tornan casi ingobernable. El errático y exótico primer ministro Boris Johnson está inmerso en una lucha frontal contra su Parlamento, para poder salir de la Unión Europea. En lo que se conoce como el Brexit, el impredecible político ha colocado en una evidente posición incómoda a la reina Isabel II que, por vez primera en su largo mandato no ha podido convocar a la unidad para superar la crisis.