En la clase media, socioculturalmente, podemos distinguir dos estratos: uno, es el medio, el otro, es el que llamaremos pequeño-burgués, y que ocupa socioeconómicamente una clase superior.
Por ser la gran masa de la población es difícil generalizar las características. Muchos de sus rasgos los hemos esbozado ya a través de la obra, tan sólo señalaremos algunos de importancia para el tema.
La desconfianza y el individualismo son dos notas muy resaltantes. La desconfianza a vivir en estado de alerta, y hace agredir antes de ser agredido; es un freno, pues impide arriesgarse para realizar muchas cosas.
El individualismo puede llegar a niveles de profundo egoísmo; a no pensar en los demás, sino en sí, en el propio provecho personal. Gracias al individualismo y a la desconfianza no hemos tenido delincuencia organizada, ni grandes bandas de delincuentes juveniles. Por otra parte, son factores que han impedido en mucho el progreso nacional, y que dificultan la prevención y el tratamiento de la delincuencia de menores.
Otro rasgo peculiar es la improvisación. La vida da la impresión, en su conjunto, de una actitud irreflexiva, sin un plan determinado. El vivir al día es un vicio nacional; de aquí que los delincuentes no den grandes “golpes”, sino el robo pequeño, para satisfacer las necesidades inmediatas; cuando hay suerte y el golpe es bueno, las ganancias son rápidamente dilapidadas.
Nuestras trabajadoras sociales conocen bien estos problemas, y saben lo difícil que es acercarse al pueblo, y las dificultades que representan los pequeños infractores y delincuentes.
Pero sabemos también que, por compensación, se presenta también siempre como amigo, que sabe ser leal hasta la muerte, que es hospitalario y noble, y que bien dirigido es un buen trabajador, fuerte y laborioso. Los jóvenes que salen de los centros de tratamiento verdaderamente corregidos llegan a ser excelentes ciudadanos.
Una vez ganada la confianza del menor, podremos hacer con él maravillas, y lo mismo podemos decir del pueblo en general. Pero para ganar esa confianza es necesario demostrar poseer los valores que admiran, principalmente valentía, desinterés y abnegación.
Pasamos al pequeño-burgués. Aunque la estructura sicológica básica es la misma, se diferencia por su extremo cuidado en ocultar esa base. Así, mientras que el gamín aparece como un cínico, el pequeño-burgués aparece como un hipócrita. (Entiéndase bien que estamos dando una opinión sicológica, no haciendo un juicio moral. Por lo tanto, no se piense que decimos que son cínicos o hipócritas).
El pobre no oculta pensamiento ni emociones, el pequeño-burgués por el contrario, es “educado”, nunca expresa pensamientos que pueden herir, su tono es siempre mesurado y tranquilo, su figura y cortesía exageradas.
Por sus mayores elementos culturales y económicos logra crear un yo ficticio, más perfecto y difícil de distinguir del verdadero; además, está contento de ese yo y no hace nada por cambiarlo.
Para la clase media funciona en gran medida la llamada Teoría de la Oportunidad, que expresa que la disparidad entre lo que los jóvenes de clase son inducidos a querer, y lo que actualmente es ofrecido a los mismos, constituye una fuente de un problema grave de adaptación.