La confrontación política | El Nuevo Siglo
Sábado, 27 de Marzo de 2021

La confrontación política colombiana se fundamenta en la lucha por el poder de los partidos políticos vigentes según la ley electoral. Los partidos son los que dan los avales y presentan candidatos, lo mismo que reciben financiación del Estado según los resultados electorales. Son clubes parlamentarios, unos más antiguos que otros, unos más exclusivos y más o menos influyentes, según el variado espectro político de derechas e izquierda y el centro, tal como se hereda esta connotación de los tiempos de la revolución francesa. Asunto que define Mirabeau, en 1789 como “La geografía política” del Tercer Estado. Inicialmente, no se llamaron de derecha o de izquierda o de centro, el término vino según se agruparon en la Asamblea; la Montaña o izquierda, donde van a predominar los extremistas de Robespierre, la llanura o derecha radical, en la que figuran algunos clérigos y partidarios del Rey, y la marisma, que agrupa a los indecisos, del centro del salón. Esa geografía política sigue hasta nuestros días, con diversas variantes. 

Colombia, fundada y presidida por el Libertador Simón Bolívar, en el nuevo orden el gran hombre encarna la derecha, junto con los defensores a ultranza de su obra, como los generales Urdaneta, Herrán, Mosquera. Los antiguos monárquicos al ser proscritos, no cuentan, se incorporan a distintas fuerzas políticas. Eliminado Sucre en Berruecos, el Libertador pierde a su heredero y defensor de la Gran Colombia, no había otros personajes fuera de esos dos con capacidad de convocatoria continental. Los tres generales citados siguen los postulados de unidad, autoridad y orden conservador bolivariano, en pugna con la tendencia liberal que encarna como contraparte el santanderismo. Esos principios de orden se consagran en la Constitución de 1843.

Poco después Ezequiel Rojas, publica el programa liberal y José Eusebio Caro y Mariano Ospina Rodríguez, el programa conservador. Tales programas inspirados en la lucha partidista europea tienen semejanzas en lo económico y generalidades, con el programa de los unitarios de Sarmiento en Argentina, como por estar contra el caudillismo, más en lo que se diferencian a fondo es en lo religioso, en cuando los radicales estaban contra la Iglesia Católica y la mayoría de los conservadores la defendían. Por ese último aspecto religioso los liberales y conservadores, rojos y azules, se enfrentan en diversas guerras civiles en el siglo XIX.  

En lo económico los dos partidos tradicionales tienen variantes coincidentes dentro de la pugnacidad, como lo demuestra en estudio magistral Luis Ospina Vázquez, “Industria y Protección en Colombia”. Los mismo puede decirse en cuanto a la política agraria, pese a que Kennedy, la propicia en la región bajo un paradigma equivocado. Al pactarse con grandeza el Frente Nacional por Alberto Lleras y Laureano Gómez, ambos partidos -liberal y conservador- barajan el naipe de la política con cartas marcadas, para sucederse mutuamente en el poder al mitigar la confrontación política suicida y acabar con la violencia. 

Se finiquita la aciaga violencia liberal-conservadora, mediante una fórmula política audaz y realista, al compartir el poder en gajes, responsabilidades y honores, lo que hace inútil el crimen del contrario ahora socio-político. Sino que por esas mismas calendas Fidel Castro, desde Cuba, decide exportar la revolución cubana y apoyar la lucha armada en Hispanoamérica. Lo que desata una verdadera orgia de sangre en el Colombia al incendiar el 70 por ciento de nuestro territorio y generar más de medio siglo de violencia. Violencia qué unida a la corrupción, los cultivos ilícitos y la destrucción de puentes y vías, se convierte en obstáculo casi insalvable para utilizar los ríos para la comunicación y el comercio pacíficos y determina que en las zonas más ricas del país sus habitantes padezcan la miseria.  

Con la Constitución de 1991 los dos partidos tradicionales se atomizan. Surgen nuevos movimientos y partidos políticos, como en tiempos de Rafael Núñez. Algo similar se repite con Álvaro Uribe, un mago de la política, que conforma un partido con elementos de orden de distintas fuerzas. ¿Resistirá el prestigio de Uribe y el de Duque, una impiadosa reforma impositiva o guillotina sin anestesia de Carrasquilla?