EL despliegue de los líderes de izquierda por adjudicarle a Uribe y al uribismo las culpas de todo, no tiene límites y linda con el cinismo. Un hecho, como el que Márquez, Santrich, el Paisa y otros criminales anuncien que siguen delinquiendo debería haber sido un momento de reflexión de la nación. En muchos sentidos corrobora que quienes no confiamos en ese acuerdo teníamos razón. Dijimos desde el inicio que haber dejado el narcotráfico avanzar en el territorio era un enorme error, que los criminales acostumbrados a las gigantescas fortunas no abandonarían aquel negocio. Dijimos que no se podía confiar en la palabra de esos delincuentes. Exigimos que se extraditara a Santrich, insistimos que de liberarlo se fugaría. Todo lo dicho fue cierto.
Pero la izquierda que insistía en la liberación de Santrich, que alegaba que no había motivos de desconfianza y reiteraba que después del acuerdo de La Habana Colombia estaría en paz, decide que la culpa es del uribismo.
Para cualquier observador externo sería absurdo pretender culpar a quienes hemos manifestado reparos al acuerdo de La Habana. Una cosa es haber predicho que todo esto sucedería y otra muy distinta decir que queríamos que sucediera.
Como ciudadana y política estaría feliz de que el acuerdo de La Habana le hubiera traído la paz a Colombia. Tenía muchos argumentos para apostar que no era así y lo advertí. Lo que vemos es el desarrollo de la crónica previamente anunciada.
Unos criminales como Santrich y Márquez, con pruebas de sus vínculos con el narcotráfico, prefieren huir que tener que responder por haber delinquido. Dicen que Uribe no fue firme con los paramilitares, pero qué diferencia. Cuando hubo noticia de su reincidencia en el crimen, el presidente los extraditó. No alego que ponía en peligro la paz, ni que había que defender esa desmovilización que sigue siendo la más grande la historia pues desmovilizaron 52 mil hombres en armas de los cuales 36 mil eran paramilitares. Esto produjo una reducción del 45% en las cifras de homicidio en el país. Y no hubo premios, ni curules, ni impunidad.
Los asesinos empuñan las armas, toman la decisión de asesinar, de secuestrar, de destruir; pero la culpa es de Uribe y los uribistas. Todo pueden decir de nosotros, menos que seamos promotores de la violencia. Jamás hemos justificado el crimen; todo lo contrario, hemos pedido que sea tratado con contundencia. Nunca hemos avalado la idea de justificar a quienes asesinan a los colombianos; tratamos de narcoterroristas tanto a los paramilitares, como a las Farc, al Eln y al resto de estructuras criminales. Rechazamos todas las violencias.
Lo grave es que en la mente de algunos colombianos suspira la idea de que hay causas que ameritan o justifican el asesinato de colombianos. En este caso, esos líderes pretenden explicar que los uribistas son la causa de la violencia, lo que implícitamente supone que está bien que se alcen en armas. Para avanzar en cesar todas las formas de violencia lo primero es extirpar la idea de qué hay delitos políticos, qué hay causas que justifican la violencia. Nada la justifica. Nada.