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No obstante exponerme a ser fuente de críticas por lo tardía de esta columna sobre asunto tan delicado, me amparo en el calendario que obliga observar los días asignados para su publicación, pero suena imposible no hacer ciertas reflexiones sobre ese sorpresivo y reciente Consejo de Ministros llevado a cabo en la Casa de Nariño, que ha dejado una estela de confusión e incertidumbre entre la ciudadanía. Y la falta de precedentes en este tipo de reuniones televisadas, sumada a la ausencia de una comunicación previa que explicara su propósito al pais en general, creó un aire de improvisación que difícilmente puede pasar por alto.
El evento, más que una muestra de coordinación gubernamental, pareció una emboscada a los asistentes y dejó en el ambiente una sensación de desorden y fractura dentro del Gobierno.
La escena en sí misma resultó desconcertante. El presidente, con una intervención prolongada y reiterativa, pasó de exponer los planes diseñados y presentados por el Gobierno, a la recriminación directa hacia su gabinete, señalando como una grave falta de compromiso la poca ejecución de los programas gubernamentales, traduciéndolo en menoscabo a la lealtad. Por lo tanto, el escenario que debió ser un espacio de coordinación y toma de decisiones, terminó convirtiéndose en un espectáculo público de reproches y desencuentros, donde los ministros, lejos de mostrarse como un equipo sólido y cohesionado, exhibieron desacuerdos y tensiones tanto personales como profesionales, que socavan la confianza del país en su liderazgo.
Resulta inquietante y poco creíble, que un mandatario con la trayectoria del actual presidente no haya previsto los cambios y reacciones en un evento de esta naturaleza anticipando alternativas que permitieran cambiar el rumbo y objetivo del controvertido consejo, lo que inevitablemente nos hace pensar si… ¿Fue realmente un error de planeación o una estrategia cuidadosamente calculada?
Cuesta creer que un consejo ministerial, transmitido en vivo y en el que se evidencian fracturas del equipo de gobierno, no haya sido interrumpido, contando con los medios idóneos para hacerlo. La posibilidad de un plan deliberado cobra fuerza si consideramos las posibilidades de suspender la transmisión, porque exponer públicamente las diferencias internas podría ser un paso previo a una reestructuración del gabinete (como se está dando), a la imposición de nuevas directrices o a la preparación del terreno para decisiones más radicales en los próximos días.
Aparentemente la imagen del Gobierno ha salido golpeada de esta reunión, y la pregunta que queda en el aire es si se trató de un error de comunicación o de una maniobra política para justificar cambios de rumbo. Si es lo primero, la improvisación y la falta de previsión dejan mucho que desear; si es lo segundo, estamos ante una jugada de alto aliento, donde la credibilidad del Ejecutivo está en juego. Pronto lo sabremos.