Normalmente los nuevos presidentes se dan un tiempo para empezar a cumplir sus promesas de campaña, dado que en el momento de su posesión, aún quedaban rencores, resquemores, quemaduras, ardores y raspaduras. Por ello se ponen un plazo de 100 días para, moderadamente, ir aplicando su impronta al nuevo gobierno. Mucha gente sensata creyó que esto ocurriría en Estados Unidos con su nuevo mandatario, ante la dureza de una campaña que dejó graves heridas que aún subsisten.
El mismo día de su posesión, el Presidente Trump la emprendió contra la prensa, que fue precisamente la que le dio el triunfo, con ese inexplicable eco a cada una de sus palabras. Cuando a mediados del 2016, casi todos lo consideraban un payaso, la prensa llenaba sus espacios con las contradictorias teorías que expresaba. La campaña le salió gratis y sus contendores republicanos sintieron la descompensación informativa.
Desde su juramento, ha exhibido una “fast furia”. Se ha ido contra Raimundo y todo el mundo. A los inmigrantes los tiene en la mira, más si se trata de musulmanes.
Normalmente los norteamericanos llevaban sus guerras a los extramuros del mundo, lejos de sus fronteras, con sus tradicionales enemigos, con quienes no comulgaban con sus ideas; pero esta vez se está implantando una nueva modalidad. Es al otro lado de su línea divisoria, contra sus amigos, contra sus comercios tradicionales. Hay total desconcierto entre pensantes, pero regocijo en el gran capital, que el que se beneficia con los conflictos.
Trump le ha subido el ají a los mexicanos, que se niegan a pagar el muro que les quiere construir. Con esa barrera quiere borrar a su vecino, y a todo lo que considera “el patio trasero”: Centroamérica, Suramérica y el Caribe.
Grave error, el de una persona que se considera el amo de la economía, el que iba a enseñar “cómo ser millonario” al gringo del común. Con arrogancia anuncia impuestos a las importaciones de Méjico, sin advertir cuánto le costará pagar en gravámenes por lo que vende a ese país.
En fin, todo se va a ir en palabras, porque empieza la destorcida: sus propias “ciudades santuario”, dicen que no cumplirán sus deseos, aumentan las manifestaciones de rechazo, que pueden frenar sus deseos de establecer el nuevo modelo de guerra de un magnate.
BLANCO: El gran reconocimiento a Flores El Capiro en Alemania.
NEGRO: Qué inequidad: Samuel para la Picota y los Nule para sus casas.