Llegó la hora de las víctimas de las Farc. Firmados los acuerdos, sus víctimas dejan de ser una amenaza, al menos a corto plazo. Así que es hora de volverles a poner los reflectores mediáticos. Ya no tienen que camuflarlas entre las víctimas de otros actores para que el mundo no los note. Llegó la hora de escucharlas, y aplicar lo que el Papa ha llamado "el apostolado de la oreja": poner mucha atención a sus justas exigencias de verdad, justicia y reparación y darles garantías de no repetición. Que los secuestrados que aún no han regresado a casa y que por maniobras de estadística política se enviaron a engrosar las listas de desaparecidos, vuelvan a tener los micrófonos de los medios y los reflectores de las cámaras.
Es hora de permitir que las víctimas le pregunten a las Farc por sus hijos, hermanos, padres o esposos reclutados o secuestrados. Los medios deben ser los aliados de la justicia. No sólo de la transicional, sino de la justicia que mencionaba en Chile, la fallecida periodista Patricia Verdugo, quien con sus investigaciones desnudó a Pinochet. "La memoria es una manera de hacer justicia desde la sociedad" decía.
Pretender borrar o distorsionar la memoria va a ser imposible, a pesar de todos los esfuerzos que se están haciendo para lavar la imagen de las Farc. La memoria del corazón de las madres que aún esperan a sus seres queridos no la distorsiona nadie.
Después de la firma de los acuerdos, la dinámica cambiará. Las multimillonarias inversiones en propaganda, cederán. Como se dice en Colombia, "todos quedarán en su plata" y la tozuda realidad primará sobre las imágenes prefabricadas. Un muy doloroso y escondido contraste marcó la fiesta en la Heroica. Mientras allí se celebraba el "fin de la guerra", murió un niño de seis años, en Algeciras, Huila. Corrió tras la ilusión de rescatar su pelota y una mina antipersona, sembrada por las Farc, le quitó la vida. El episodio pasó desapercibido para la opinión pública. A pesar de los esfuerzos por minimizarlo, el recuerdo del pequeño Felipe González, permanecerá en la memoria herida de otra familia colombiana.
Durante las negociaciones, el Gobierno empoderó a las Farc, tratándola como si fuera un igual investido con derechos para legislar y decidir sobre el futuro político, social y jurídico del resto de los colombianos, pero olvidó que la memoria de millones de ellos es un expediente abierto. Podría pensarse que el problema se resuelve con el control que puedan ejercer en la Jurisdicción Especial para la Paz, pero ahí van a tener otro gran problema. Se distrajo al mundo con el eslogan propagandístico "las víctimas están en el centro". Mientras en EEUU y Europa creyeron que se trataba de las víctimas de las Farc, aquí se centraron en las víctimas de otros actores armados. Pero, a la hora de poner en marcha los acuerdos, cada víctima de las Farc que busque justicia y no sea satisfecha, será escuchada en los confines mismos del mundo.
Firmados los acuerdos, el clima es otro. La verdad pasará cuenta de cobro a una perfecta operación de propaganda, escrita con maestría en la historia de cómo se erosionó nuestra democracia.