Este miércoles se cumplieron 730 días desde ese 7 de agosto, cuando Gustavo Petro empezó a impartir órdenes que le permitieran empuñar la espada del Libertador Simón Bolívar, la misma que él y sus camaradas del M-19 robaron de la Quinta en donde se guardaba ese emblema de nuestras libertades.
El nuevo mandatario anunció un cambio para sacarnos de lo que él y sus correligionarios consideran un ostracismo al que nos han desterrado sus antecesores.
Y realmente este pueblo esperaba algo diferente de quien se posesionó el 7 de agosto de 2022. Se creía que era un personaje con la destreza y capacidad de lograr sacarnos de las penurias a las que la corrupción y la politiquería nos someten. Sus peroratas en el congreso permitían abrir otras esperanzas del nuevo mandatario.
Otro panorama observan quienes por él votaron y aquellos que nunca han creído sus promesas. Hemos llegado al colmo de escuchar a un congreso reír a carcajadas el pasado 20 de julio, cuando tuvo el descaro de reiterar la eficacia de su gobierno.
Osuna, el brillante caricaturista de El Espectador, le increpó cómo se daba cuenta “de que ¿tienes al país medio destruido? a lo que Petro responde: “y qué queréis? voy por la mitad”.
Nadie sabe si ha querido hacer bien las cosas, o si él y sus asesores, carecen de pericia, valía u operatividad.
Puso al Congreso a debatir una serie de reformas, que no ha logrado sacar adelante. A troncas y mochas salió la pensional, que aún tiene serias dudas de beneficiar a quienes aspiran a tener una vejez digna. Las otras caminan hacia los precipicios de su gobierno. La de salud, ha dejado en las mayores penurias a una población, que mal que bien gozaba de atención aceptable. Se descubrió como él y sus asesores, llegaron al colmo y la desfachatez de comprar votos de parlamentarios. Hasta su ministro de hacienda está enredado y manchado con este descaro.
La economía no puede arrastrarse más. Cae a diario en una marcha hacia la parálisis, el desgobierno y la corrupción. El desempleo, la reducción de exportaciones, parálisis de exploración de hidrocarburos, altos intereses, alza del dólar y cuanto fenómeno exista, golpea nuestra economía.
Su bandera de paz total, se convierte en un predicamento sin fin, mientras el país queda cada día en poder de los alzados en armas. Son los dueños de extensas zonas, reclutan niños y desmoronan familias, extorsionan y se adueñan de todos los bienes de la Colombia oculta y presente. Paralizan extensas zonas cuando requieren liberar sus rutas y las de los narcotraficantes que surten de droga al mundo.
Durante sus dos años, Petro tiene poco para mostrar. Solo desea pasearse por el mundo, despilfarrando el presupuesto, para adueñarse de un liderazgo que no le llega. Los juegos olímpicos muestran el descuido de nuestros deportes, que solo exhibió una cantina para vender fritanga en Paris.
Y pensar que nos faltan dos años, ¿o más? para salir de semejante ineficacia.
BLANCO: Hoy podría haber un conclave en Manizales, para tratar de salvar la economía. ¿Será que Petro abre un diálogo a los sectores económicos?
NEGRO: Estamos invadidos de cebolla peruana, traída de contrabando, mientras nuestros agricultores mueren de hambre. No hay gobierno para impedirlo.