Es de público conocimiento que todos los gobiernos, sin importar su perfil o filosofía, necesita una fuerza de contención para prevenir , impedir, conjurar o encausar situaciones donde el orden público, la convivencia pacífica, y el equilibrio ciudadano, se vean amenazados por grupos interesados en protestar o reclamar atención hacia aspectos de diferente índole, como gubernamentales, patronales, comerciales, estudiantiles y demás, que en no pocas oportunidades, son infiltrados por agitadores profesionales impulsados con oscuras intenciones. Esta es una necesidad sentida.
En Colombia, las protestas y manifestaciones de inconformidad por heterogéneos motivos, han hecho presenciada desde tiempos inmemorables, demandando que fuerzas del orden, especialmente la policía, debieran encarar aquellas muestras de libertad y democracia, que en variadas oportunidades desencadenaron revueltas agresivas y vandálicas, con consecuencias lamentables, por no contar la institución con preparación, ni equipo adecuado para este tipo de procedimientos, lo que inspiró la urgencia de capacitar y dotar la fuerza pública, de herramientas y formación especial para enfrentar estas situaciones.
Nacía el Esmad, con entrenamiento permanente, soportado en la experiencia vivida y apoyos extranjeros, asistencia profesional en diferentes disciplinas buscando templar el carácter de estos hombres, forjando el profesionalismo necesario para enfrentar escenarios donde los grupos se tornan inmanejables y amenazan salirse de control, apoyados en ayudas técnicas, y equipamiento especial, empleando para ello el menor componente de fuerza, sustituyéndolo con dispositivos capaces de resistir la agresión y evitar las respuestas violentas de parte oficial.
Estos objetivos se han cumplido, de ello da fe la ciudadanía de bien, que sorprendida percibe cómo se ataca, vilipendia, ofende y agrede a estos defensores del orden. Sin embargo no faltan fases donde las unidades policiales deben capturar revoltosos o agitadores y ese instante juega en contra de los hombres que componen el Esmad, pues la aprehensión demanda contacto físico y el objetivo al repeler la actuación, obliga el empleo de la fuerza, contexto aprovechando para desdibujar todo el procedimiento policial. Varias voces sin tener la experiencia, ni haber vivir la contingencia, mucho menos la agresión, se atreven a calificar como desmedida la actuación o uso de fuerza por los miembros del agredido equipo. Pese a todo lo anterior, esta agrupación tan importante de cara a protestas sociales descontroladas y ladinamente direccionadas, sigue haciendo presencia en defensa del orden, la vida y bienes de los ciudadanos.
No deja de asombrar, primero, que existan organizaciones interesadas en desfigurar y de ser posible, abatir una unidad operativa tan importante, necesaria y consolidada como el escuadrón móvil antidisturbios, que en últimas se torna irremplazable para la buena marcha del orden social, ¿A no ser… que se persiga un estado de desorden, caos y desgobierno?. Y, segundo, es inconcebible que autoridades de control, consideren, públicamente, injustificado el necesario uso de la fuerza.