La libertad de elegir | El Nuevo Siglo
Martes, 14 de Enero de 2020

La libertad, sin duda, es el bien más preciado del ser humano. La libertad en todas sus dimensiones y expresiones, ese valor inherente e inalienable, es la función esencial de una democracia: garantizar la libertad de todos los ciudadanos. La ley, la justicia y la autoridad deben velar por garantizar el pleno ejercicio de la libertad como derecho fundamental. Parte de esa libertad se expresa en la posibilidad que tiene cada uno de elegir lo que a su juicio más le conviene, claro, sin afectar la libertad de otros.

El Estado, muchas veces con una capacidad desmedida de regular la vida de las personas, se excede y restringe de manera arbitraria el ejercicio de la libertad individual, aduciendo facultades legales, pero sin haber una necesidad clara y sin existir un riesgo para la libertad de otros o del colectivo, las autoridades toman decisiones contrarias a su razón de ser.

El mercado, cuando funciona bien, sin distorsiones, es la expresión de la libre voluntad de las personas y de las relaciones entre particulares, va revelando las preferencias de los ciudadanos, cómo interactúan, cuáles son los términos de intercambio, qué compran, a dónde van, cuáles son sus gustos, sus hábitos, sus preferencias.

Esas decisiones, mientras sean funcionales, no deben ser asunto del Estado. Incluso, muchas veces, para el ciudadano resulta más confiable -a la hora de tomar una decisión-, la reputación del otro con el que interactúa, basada en la experiencia propia o la de terceros, que la regulación del Estado. Para muchos puede ser más importante la palabra de un amigo en el que confía, que un contrato con un tercero.

Por eso es importante que el Estado entienda qué quieren los ciudadanos y garantice su derecho a elegir libremente, la regulación debe ajustarse a la realidad social, facilitar la vida a las personas, no al contrario. Hoy, Airbnb, la mayor cadena hotelera del mundo no tiene ni una sola habitación; Amazon o Alibaba, las tiendas más grandes del mundo, no tienen ni un solo almacén, lo mismo pasa con las plataformas tecnológicas de transporte, no tienen ni un solo taxi.

Son las más grandes, gracias a la libre elección de los ciudadanos, que los han preferido por encima de los servicios tradicionales, porque son más asequibles, porque han sabido satisfacer sus necesidades, porque garantizan la libertad de elegir, muchas veces por fuera de la regulación del Estado, sin otra garantía distinta a la de haberse ganado la confianza de los usuarios.

Ojalá podamos garantizar el derecho a elegir libremente, ojalá el Estado no se convierta en un palo en la rueda para el desarrollo de la tecnología y de las nuevas plataformas que son producto de la era digital. La economía colaborativa ha resultado ser la respuesta a las necesidades de los ciudadanos digitales. Hacia allá va el mundo, es una nueva realidad a la que no es posible oponerse, los ciudadanos lo demandan porque es mejor y el Estado, como diría Milton Friedman, debe garantizar esa libertad de elegir.    

@SamuelHoyosM