Colombia no podía esperar más tiempo para un sacudón. La hegemonía del gobierno de los 20 años ha obligado a centenares de compatriotas buscar vida en otras latitudes. La corrupción se ha apoderado de la política, del gobierno, de la justicia, y ha eliminado la separación de poderes.
Se creyó que todo iba a continuar, como si nada. El presidente Duque consideró que podría haber sido reelegido el 29 de mayo. Intervino en política, exculpó, justificó y autorizó a los entes de control, a funcionarios y a generales para hacerlo y hasta postuló como sucesor a quien le dijo Uribe.
Todo estaba milimétricamente proyectado y listo para Fico-celebrar, con champaña, incluida la hegemonía.
Pero la marcha del cambio que reclama toda esta nación creció, creció y creció. No soportó más la supremacía, el imperio y el dominio de un régimen lúbrico e interminable.
La gente salió. Venció el miedo, el infundido odio que le inculcaron y se decidió por una patria nueva, emancipada, liberada y soberana con próspera economía, empleo, supervivencia y seguridad alimentaria. No más pobreza y pobreza extrema, para el 70% de sus habitantes.
Las urnas se estremecieron ante la afluencia de quienes buscan el cambio. Ni el gobierno, ni los favoritos del régimen, ni las casas y clanes políticos que compran votos e imponen su voluntad, creyeron que este pueblo daría el salto.
El 30 de mayo Colombia amaneció sin partidos políticos, sin bancadas, sin “jefes” sin dirigentes. Las colectividades deberán renovarse democráticamente, eliminando los despóticos, gamonales que ordenaban y manejaban arregladas convenciones.
Se acabarán los entes de control dóciles y manejables que cumplían órdenes de destitución a quienes estorbaran al mandatario de turno o al Centro Democrático.
La repartición de la contratación pública, la compra de votos, la corrupción y todas las prebendas, están en primera línea para ser erradicadas con la marcha del cambio.
Colombia tiene hoy dos corrientes para escoger y afianzar el cambio, eligiendo con toda libertad, y sin odio, rencor o fanatismo, al líder que tomará las riendas de esta nación, de esta patria querida que busca un derrotero que la lleve a una paz implementada, un pleno empleo y una felicidad que siembre el desarrollo y saque de la miseria a todos nuestros compatriotas. Que restablezca las relaciones con Venezuela, que alivie el éxodo de nuestros vecinos-hermanos y garantice la división de poderes.
Olvidemos las rencillas que nos inculcaron y volvamos a ser compatriotas, con el gobernante que nos dé la seguridad de llegar a la Patria Prometida.
BLANCO: La claridad y oportunidad con que explican Petro y Rodolfo sus propuestas para alcanzar la marcha del cambio.
NEGRO: Nadie se explica la perfidia de los perdedores, buscando enjuiciar a los ganadores con falsas acusaciones sobre corrupción o crímenes en pretéritas vetustas y foráneas épocas. Dejen escoger libremente.