La lucha de la mujer por el reconocimiento pleno de sus derechos ha sido lenta y vigorosa. En el fragor de la Primera Guerra Mundial, en 1914, Alemania, Suecia y Rusia conmemoraron por primera vez, de manera oficial, el Día Internacional de la Mujer el 8 de marzo y ello fue replicado por otras naciones europeas, hasta que en 1975 la Asamblea General de las Naciones Unidas decidió proclamarlo oficialmente, para consagrar la plenitud de sus derechos, enterrando jurídicamente cualquier tipo de discriminación de género.
En Colombia, con respecto al derecho a la educación superior, apenas en el año 1934 se presentó al Congreso de la República un proyecto de ley para que las mujeres pudieran ingresar a la universidad en igualdad de condiciones con los hombres y fue aprobado casi por aclamación; por medio del Plebiscito de 1957, además de crearse el Frente Nacional, se permitió que por primera vez en la historia del país las mujeres acudieran a las urnas a ejercer su derecho al voto y hoy en día no solo eligen sino que son elegidas en todos los estamentos que nuestra democracia permite, y son protagonistas en el Gobierno nacional y regional, en el Congreso, en las corporaciones departamentales y municipales, conforman las altas cortes y están inmersas en el ejecutivo y en el sector privado, liderando grandes empresas, con lujo de detalles, como debe ser.
En las aulas universitarias, me consta, eran las mejores, las más juiciosas y aplicadas y ocurre lo mismo en el bachillerato, según me dice mi niño que anda por segundo grado. Una de mis compañeras de comunicación social, Clemencia Medina, fue una reconocida periodista a quien le tocó pisar duro en la sección deportiva de El Tiempo por las décadas 80 y 90 y ahora en la prensa, radio y televisión las locutoras y comentaristas se tomaron la cancha y son ahora las dueñas del balón desde los micrófonos y cámaras de TV a través de las cuales lucen hermosas y talentosas en un terreno que antes parecía exclusivo para los hombres.
No es coincidencia, sino mérito, que los seis diarios regionales más importantes son dirigidos por mujeres y allí gravitan Erika Fontalvo, en El Heraldo de Barranquilla; María Elvira Domínguez, en El País de Cali; Estefanía Colmenares, en La Opinión, de Cúcuta; Diana Giraldo, en Vanguardia Liberal, de Bucaramanga; Martha Ortíz, en El Colombiano, e Irene Gaviria, en El Mundo, ambos de Medellín. Y no en vano es mujer la persona encargada de la coordinación editorial de El Nuevo Siglo, nuestra apreciada María Leyla Álvarez.
En el periodismo, en la docencia, en el actuar político, han llegado a las más elevadas cumbres, pues hasta tenemos ya una visepresidente mujer (vicepresidenta, jueza promiscua, concejala… suenan fatal) y no está lejano el día en que tengamos a una mujer como primera mandataria. ¡Feliz día!
Post-it. Qué triste la situación de nuestro jugador James Rodríguez. Si antes decían que “la oportunidad la pintan calva”, en su caso particular deberíamos decir que “la falta de oportunidad tiene cara de karma” en la cabeza de un calvo despreciable de la A a la Z. Nos acabó a nuestro mejor futbolista, después del maestrico Jairo Arboleda.