Esta dura pandemia que nos sorprendió a todos y que a pesar de los ingentes esfuerzos mundiales por dominarla no ha desaparecido ni desaparecerá en corto tiempo y sin importar lo cruel que ha resultado enfrentarla, nos trajo una serie de reflexiones dignas de analizar y tener en cuenta a futuro, para lograr un mejor vivir y una fraternidad mínima entre los habitantes de este planeta.
El covid-19 nos pilla en medio de un distanciamiento social muy agudo, donde los complejos habitacionales son ocupados por familias, que aun al interior de su núcleo, mantiene relaciones distantes y poco afectivas, con alto nivel de agresividad e intolerancia. Este clima lógicamente se refleja en el entorno social que también sufre del mismo mal, generando ese desapego mutuo, base indiscutible de fisuras que facilitan toda actividad en contra de los grupos ciudadanos y la comunidad en general. Seguramente lograr entendimiento, colaboración, estimación y consideración al interior de una colectividad no es tarea fácil, dadas mil razones que diferencian las personas, desde su idiosincrasia y medio de vida, hasta los niveles culturales, porque los económicos son más fáciles de nivelar.
Las anteriores consideraciones me permiten abordar la necesidad de unir dos conceptos muy afines, la seguridad y convivencia ciudadana, concepciones que no se potenciaron de cara a la pandemia sino por el contrario, distanciaron las colectividades en defensa de sus intereses, especialmente económicos, con particular exacerbación en Colombia, donde veníamos de sostener un duro enfrentamiento entre el gobierno y los promotores de algunas protestas sociales de alta intensidad, que dejaron un sabor agridulce entre los habitantes, sus gobernantes y las fuerzas del orden, invitándonos a pensar y medir unas variables de alto calado, dirigidas al ejercicio de las libertades y observancia de los derechos ciudadanos, que fácilmente se enfrentan a las responsabilidades y obligaciones del ser con la mima sociedad. En dicho estadio la autoridad tiene un margen grande de responsabilidad y acción, al que no es recomendable dar un enfoque autoritario sino educativo y persuasivo ante la violencia, es el nivel donde los alcaldes asumen su responsabilidad y facilitan el acercamiento de la fuerza pública, (léase policía) con el ciudadano urgido de orientación, dirección y amparo porque de lo contrario se potencia la discordia, el odio y desconocimiento de la autoridad.
Si la mencionada pandemia nos hubiera topado en un ambiente de orden, cordialidad, convivencia ciudadana y total entendimiento, seguramente la lucha hubiera sido a otro precio, porque el acatamiento a las recomendaciones venidas de autoridades sanitarias y gobierno, estarían a la orden del día en la colectividad y las medidas restrictivas permitirían ciertas libertades controladas y fiscalizadas en bien de los más urgidos de ayuda. Esperamos que esta dolorosa experiencia nos sirva para fortalecer la convivencia y seguridad ciudadana.