Nuestro Señor Jesucristo nos dio esa frase y en cada eucaristía la repetimos, pero no la hemos hecho nuestra. Muchas veces violamos nuestros acuerdos de paz familiar, laboral, social y política. Pareciera que el colombiano no deseara vivir en paz. La violencia, tanto física como verbal, es un común denominador en nuestro país, nos agredimos por cualquier cosa.
Una vez vi dos hombres rodando en bicicleta y un vehículo trató de ingresar a un parqueadero amagando embestirlos sin culpa, nada pasó, pues estos hombres sin aceptar las disculpas del conductor arremetieron violentamente contra él sin piedad. Esa es la falta de paz. El esposo que golpea a su mujer por cualquier cosa. Los padres que imprimen castigos físicos a sus hijos, los jefes que amedrantan y tratan mal a sus subordinados amenazándolos con botarlos de su trabajo, o los maestros que abusan de su superioridad.
La violencia es la antítesis de la paz, pero aun así queremos la paz, sí, la paz a toda costa y llegará el día en que viviremos en eterna paz, es cuestión de tiempo, de madurez y conciencia. La paz no es un acuerdo como el que el gobierno firmará con las Farc. No, ese es un arreglo entre ambas partes para dar por terminado un conflicto de muchos años y continuar la guerra pero desde la política, ya sin armas, proscribiendo toda acción violenta, extorsiva y miserable. Pero aun estaremos muy lejos de obtener una paz verdadera. Si bien es cierto que este grupo alzado en armas, las dejará para convertirse en partido político, emulando a Cuba, Venezuela, Nicaragua o quizás El Salvador donde la izquierda ha logrado un espacio político, no significa que Colombia pase por la misma suerte.
Me llegan videos y escritos a mi celular previniéndome sobre el enorme riesgo del país en caer en manos de las Farc, acusando al presidente Santos de entregarles el país y si se analizan saltan enormes preocupaciones, porque uno alcanza a pensar: ¿será que caemos en manos de esa gente?. Desde luego que sería desastroso para Colombia. Pero no, no creo que nuestro pueblo sea tan estúpido de llegar a esos fines, mas aun observando la nefasta experiencia cubana y venezolana.
Terminar un conflicto demanda grandes esfuerzos y sacrificios, además riesgos y eso es lo que nos toca. El proceso es una realidad y el plebiscito lo va a ganar el gobierno, nos guste o no. De tal suerte que debemos dejar que Dios obre en nuestro país, lo cubra y proteja y hacer nuestras sus palabras: “la paz os dejo, la paz os doy”. Si creemos en eso obremos a conciencia con fe y esperanza.
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