Al parecer se inició la campaña presidencial 2022, las fichas se están colocando en el tablero, los candidatos ya se perfilan y las propuestas de campaña se hacen sentir. Empezó algo temprano la tarea, pero la situación del país y del mundo, obliga a que los sucesos se exterioricen con dinamismo y precipitación. Lo extraño es que en esta oportunidad la Policía Nacional, institución ajena a las lides partidistas, está haciendo parte integral de las campañas y juega un papel sustancial en las propuestas.
Debido a las alteraciones del orden público que en los últimos días cubren todo el territorio patrio, la policía ha debido actuar en diferentes escenarios, con procedimientos generadores de polémica y convertidos en blanco predilecto de los medios, que sin mayores consideraciones y juzgando sin suficientes elementos de juicio, condena los desempeños, adelantándose y cerrado el paso a las urgentes investigaciones que aclararán los hechos e identificarán responsables para aplicar pronta y eficiente justicia, como lo requiere la sociedad. No vale la pena en este momento invocar el desgastado concepto, que la falla, si la hay, es del hombre no de la institución.
Pero volvamos a la campaña, porque apalancados en los hechos y procedimientos policiales, motivo de escarnio y critica general, varios candidatos desde su organización ya están tomando como bandera de sus propuestas o plataformas, la restructuración de la policía, colocando la institución en el vórtice político de las justas electorales, situación que empuja nuestra organización hacia las toldas partidistas de diferentes enfoques y amenaza con politizar esta noble y depurada policía, que es modelo de organización mundial, y por enfocar este tema han dejado de lado asuntos de mayor calado.
Hasta dónde habrá llegado el protagonismo de la institución en la vida política de los colombianos, que ya se están confeccionando los proyectos de ley para reformar la policía, sin consultar los mandos y mucho menos al gobierno. Es demasiado aventurado meterle la mano a una institución sin tener pleno conocimiento de su estructura orgánica, doctrina, filosofía y objetivos. Las anteriores reformas demandaron grupos de trabajo intenso para revisar protocolos, estatutos, reglamentos, manuales de procedimiento y todo un cúmulo de antecedentes históricos que le han dado la plataforma jurídica y constitucional a la policía nacional de los colombianos. No es serio ni mucho menos responsable proponer cambios sin contar con una información exhaustiva.
Seguramente nuestros políticos bien intencionados, si abren las ventanas policiales, reconocerán que la institución no necesita reformas ni cambios; lo urgente es acelerar los ajustes en algunos aspectos que se han venido rezagado, como la tecnologías de punta que acosan la vida misma, a los protocolos de incorporación tan difíciles y complicados de depurar, reconocer el recurso humano y mejoría en la imagen policial, que es la imagen nacional.