Por estos días, para ser más exacto el 5 de noviembre, la policía nacional de los colombianos cumplió 130 años de su fundación. Son ciento treinta largos años de historia y constante crecimiento de un cuerpo nacido ante la urgente armonía cívica y organización ciudadana que demandaba el país, también en crecimiento y desarrollo permanente. Sus improntas, filosofía y objetivos han sido claros y transparentes, aún frente a los embates de ciertos sectores que pretenden distorsionar su preceptos y normas en favor de intereses personales o colectivos.
No podemos negar que nuestra policía en el transcurso de más de una centuria ha tenido un progreso acompasado y permanente, muy acorde al desarrollo del país. Pues gran parte de su éxito está en el engranaje constante con el devenir estatal y evolución de Colombia, estadios donde la institución, día a día, muestra su compromiso y lealtad a los postulados al igual que con las responsabilidades que le fija la Constitución y sus reglamentos internos, convirtiéndose en el contrafuerte defensor del ciudadano, su vida, honra y bienes. Hoy al conmemorarse un año más de su fundación, la policía se muestra floreciente, reforzada y pujante, contra un horizonte borrascoso, como los que en épocas ácigas, debió enfrentar con el éxito que los ciudadanos le reconoce.
Y qué decir de sus integrantes, aquellos que en los diferentes grados, a lo largo de tantos años, han hecho parte de su plata; hombres y mujeres que ofrendan su vida en el cumplimiento de la misión y convicción en la causa, encarando los ataques de enemigos agazapados, empeñados en ensombrecer la imagen institucional y su prestigio profesional, para seguir luchando por la defensa del ciudadano y el orden social. Muchos nombres para añadir al panteón de los héroes, muchas familias llorando sus seres disminuidos físicamente, por acciones demenciales venidas de malos hijos de la patria.
Pero la institución es grande y sus mandos comprometidos. Pueden estar seguros nuestros compatriotas que esta Policía Nacional seguirá incólume ante los marrulleros ataques que a lo largo de su historia ha soportado y aún sigue resistiendo porque es más grande la vocación que la intimidación y es más grande el juramento que la amenaza. Aquellos enemigos de la democracia que hacen la institución blanco de sus ataques con el fin de menguar el Estado de Derecho, nunca lograr horadar el prestigio de nuestra policía, que se desdobla y acomoda al momento para combatir de diferentes formas las maniobras utilizadas por sus detractores y enemigos del país.
Todas las formas de lucha que manejan las hordas delictivas y maldicientes de la operatividad profesional serán develadas y sus patrocinadores identificados para solaz de la patria y prestigio policial. La Colombia grata, eficiente, positiva y pujante se debe sentir segura por contar con esta centenaria institución.