Quedamos altamente sorprendidos cuanto observamos que varios de los candidatos a la Presidencia de la República manifestaron su propósito de escindir la Policía Nacional del Ministerio de la Defensa, donde está ubicada, dependiendo del ministro. Decimos sorprendidos porque quienes de esta manera piensan, desconocen la historia del país y su policía, institución que juega un papel preponderante en el devenir nacional.
Nuestro desconcierto es mayor al escuchar la variedad de alternativas estudiadas para ubicar la institución, porque hablan del Ministerio de Gobierno como cartera ideal para anexarla, sin desechar a Minjusticia y tenemos algunas personalidades más de avanzada, que hablan de organizar un Ministerio de la Seguridad, donde se podría acoplar la Policía con otras instituciones responsables de ciertos aspectos conexos con la seguridad. Podríamos terminar con el espejismo acuñado en algunos sectores, de lograr un Ministerio de Policía bajo el cual se agrupen entidades afines al servicio en todas sus modalidades. Mucho interés por desvincular la policía del sector defensa, mucha propensión que distancia las fuerzas militares de la policía, sabiendo que solo esa unión de la fuerza pública, concebida en la Constitución del 91, puede asegurar la paz y convivencia apacible en nuestra patria.
Quienes conocen la historia saben que la institución nació ajena y distante del mundo político, pero el devenir del país la fue llevando a una situación lamentable, donde líderes políticos, en diferentes épocas, la utilizaron para fines enteramente personales y partidistas, dando al traste con su sana evolución y desarrollo, hasta el punto de tener una ordenación nacional, pero con administraciones departamentales y municipales.
Por fortuna para la policía y el país, en 1953, el entonces presidente de Colombia decretó que la institución hiciera parte del Ministerio de la Guerra como cuarta fuerza armada. A partir de ese momento tuvimos una policía nacional y la escuela de cadetes de policía General Francisco de Paula Santander fue proyectada hacia un porvenir. También se organizó la escuela de suboficiales Gonzalo Jiménez de Quezada, vieron la luz escuelas regionales que profesionalizaron la formación, incorporación y capacitación. En fin, fue el punto de partida para llegar a lo que es hoy la Policía Nacional de los colombianos, orgullo y ejemplo mundial.
Por el General Rojas Pinilla y esa audaz decisión, hoy nuestra institución no está emulando con la policía de México que, sin ser nacional, enfrenta una crisis de seguridad alarmante, su planta de personal es altamente insuficiente, no están capacitados para el cumplimento de su misión, sus condiciones de trabajo no son las ideales, como tampoco lo es su remuneración, que es diferente en cada estado, carente de prestaciones, a más de la falta de reconocimiento de parte ciudadana. Por lo tanto, los invito a pensar en la patria.