Colombia quedó hasta la coronilla de la polarización, inducida mediante la manipulación y las estrategias basadas en la mentira y el desprecio a la dignidad humana. Ahora quiere reconciliación, pero es claro que no es con el "modelo de paz" del Presidente saliente, que se hizo a costa no sólo de herir la democracia desconociendo las mayorías que votaron No en el plebiscito, sino sacrificando la honra, de una parte importante del pueblo colombiano, al que estigmatizó ante la comunidad internacional, al acusarlo de "guerrerista" y "enemigo de la paz", sólo por diferir en el cómo. Por reclamar un "poquito" de justicia. Por querer un trato equitativo del Estado, tanto para quiénes estaban dentro de la legalidad como para quiénes se apartaron de ella.
Pero, en aras de la verdad, las armas que silenció a un alto precio, y hasta el mismo debate que suscitaron sus equívocos, nos interpela a todos y cada uno. Si no comparto su modelo, ¿Qué estoy haciendo yo por la reconciliación real entre los colombianos?
El Presidente que elegiremos el próximo domingo no se debe a sus electores. No se puede dar el lujo de despreciar a quiénes va a gobernar, ni mucho menos de gobernar sólo para la mitad triunfante. Sería repetir la peor de las equivocaciones y darle un entierro de segunda a la democracia colombiana. El punto de partida debe ser la anhelada reconciliación.
El próximo Presidente tiene ante sí el desafío de recordarnos lo que nos une como nación, para no seguir importando modelos foráneos de pensamiento y administración.
¿Cómo reconciliarnos? La fórmula la dejó el Papa Francisco en Cartagena, durante la última homilía de su visita a Colombia.
Nos invitó a todos a una reconciliación "desde abajo". A generar una corriente "contracultural de encuentro". "No necesitamos un proyecto de unos pocos para unos pocos, o una minoría ilustrada o testimonial que se apropie de un sentimiento colectivo..."(Evangelii gaudium)
A las víctimas las invitó a dar el primer paso hacia el hermano que las victimizó. "Para que quien lo dañó no se pierda”. Pero, recordó también que "Jesús en el Evangelio nos señala la posibilidad de que el otro se cierre, se niegue a cambiar, persista en su mal" y aseguró, refiriéndose al narcotráfico: "Condeno con firmeza esta lacra...”
Advirtió sobre "una aséptica legalidad pacifista que no tiene en cuenta la carne del hermano".
El Papa no pidió renunciar a la justicia: "...debemos estar preparados y sólidamente asentados en principios de justicia que en nada disminuyen la caridad".
"Jesús nos señala que este camino de reinserción en la comunidad comienza con un diálogo de a dos. Nada podrá reemplazar ese encuentro reparador...Las heridas hondas de la historia precisan necesariamente de instancias donde se haga justicia, se de posibilidad a las víctimas de conocer la verdad, el daño sea convenientemente reparado y haya acciones claras para evitar que se repitan esos crímenes".
Esta es la fórmula de reconciliación, que nos dejó el Papa Francisco: “…se nos pide dar el paso del encuentro con los hermanos, atrevernos a una corrección que no quiere expulsar, sino integrar; se nos pide ser caritativamente firmes en aquello que no es negociable; en definitiva, la exigencia es construir la paz, “hablando no con la lengua, sino con manos y obras” (San Pedro Claver)