En Colombia la salud agoniza. Enfermarse de gravedad en el país es casi una sentencia de muerte, y no exagero. Si no me creen pregunten a los pacientes con cáncer, o a los enfermos del corazón, los riñones, los pulmones, o algún órgano vital.
Cualquier persona que tenga o haya tenido una enfermedad grave, o no tan grave, sabe del calvario para obtener una cita con un especialista. La respuesta usual es: “no hay agenda”. Así, el paciente debe esperar “agenda” semanas, hasta meses.
Igual sucede con las órdenes para los exámenes de laboratorio y de radiología. Y cuando por fin se ha obtenido el diagnóstico, viene la lucha interminable para lograr “agenda” para las intervenciones quirúrgicas necesarias, y como si esto fuera poco, otra batalla campal para recibir los medicamentos es ineludible.
Ni hablar de la congestión en los hospitales. No hay camas suficientes, mucho menos cuartos. Muchas veces los pacientes recién operados pasan de la mesa de operación, conectados a sondas y toda clase de aparatos, a sillas colocadas en habitaciones unas detrás de otras o, peor aún, instaladas en los corredores de los hospitales,
Recientemente un celador retirado, a quien tengo gran afecto, sufrió de una oclusión intestinal. Entró por emergencias a la Clínica San Pedro Claver donde permaneció sentado en una silla, conectado a sondas, suero y oxígeno, sin privacidad alguna por días, mientras le hacían los exámenes necesarios para el diagnóstico. La silla era imposible de reclinar por la aglomeración de pacientes en la sala de emergencias.
Fue la amabilidad y profesionalismo de los médicos y las enfermeras lo que logró que resistiera.
En Bogotá hay un déficit de más de 4 mil camas. El hacinamiento en las salas de urgencias es intolerable y ¡horror! esto es así o peor en la mayoría de centros de salud del país.
La malla de salud está completamente colapsada. Solo los pacientes con dinero y con seguros prepagados, pueden estar seguros de recibir la atención adecuada.
En Cali, hace apenas una semana, un pequeño de 8 años murió esperando un trasplante de médula que por meses solicitaron sus médicos para superar su leucemia. En el Valle el incumplimiento de la EPS Cafesalud tiene en grave peligro a 141 niños cuyos padres, desesperadamente, han venido exigiendo se cumpla con los tratamientos y medicamentos indispensables para salvar la vida de sus hijos.
En Bogotá, Capital Salud ha tenido en los últimos meses reclamos de cerca de un millón de pacientes que no están recibiendo sus medicinas, pues la entidad no ha pagado a los proveedores.
Es claro que estas entidades están quebradas, al igual de otras muchas que remplazaron a Saludcoop. El dinero que adeudan a los hospitales y proveedores es tal, que dentro de poco la mayoría de los hospitales del país estarán quebrados también y tendrán que cerrar.
¡No hay derecho! ¿Cuánto dinero se está gastando el Gobierno en campañas para promover los acuerdos de La Habana? ¿Cuántos millones costará el plebiscito? Pero para la salud no hay plata.
La corrupción en las EPS y en el manejo de la salud a todo nivel es pandémica y el Gobierno parece incapaz de detenerla. La salud en Colombia agoniza igual que los pacientes, que mueren sin poder acceder a un médico, un examen, una cirugía o las medicinas necesarias para atacar sus males.
Un gran porcentaje de pacientes deben acudir a tutelas para lograr atención; pero ni con orden de los jueces logran que los atiendan.
Y las promesas del Gobierno de encontrar soluciones, se quedan en eso promesas, solo promesas.