Algo desapercibida pasó por aquí (por Colombia) la Iniciativa de Seguridad Global presentada hace un mes en sociedad por el presidente chino, Xi Jinping, en su discurso inaugural de la conferencia anual del Foro de Boao para Asia. Acaso haya sido así porque, francamente, es imposible prestar la debida atención a todo lo que está pasando en el mundo (y es un montón de cosas, más allá de la guerra en Ucrania), tanto más con todo el ruido que acompaña y produce el proceso electoral en curso, que no sólo ensordece, sino que debería dejar a todo ciudadano responsable tan atónito como preocupado -más allá de sus preferencias- por lo que anticipa para el país, cualquiera llegue a ser su desenlace.
Aún no es tarde, sin embargo, para escrutarla un poco. Durante las últimas semanas, además, la diplomacia china ha desplegado todos sus recursos para darle visibilidad. No sólo ante los gobiernos -el colombiano incluido, invitado a “apoyar y participar activamente en la Iniciativa haciendo nuevas contribuciones al mundo junto con la comunidad internacional"-, sino ante la opinión pública (para eso es, precisamente, la “diplomacia pública”, que va más allá de la interlocución intergubernamental tradicional para promover los intereses de los Estados).
No cabe duda de que, tras el primer tanteo, China llevará la Iniciativa a distintos foros multilaterales, buscando concretar lo que por ahora es, esencialmente, la enumeración en abstracto de los principios sobre los que debería fundarse una “visión de seguridad común, integral, cooperativa y sostenible”, derivada de la “sabiduría china” (lo que quiera que eso signifique), que permita “abandonar la mentalidad de Guerra Fría”, y atender el “déficit de paz” y el “deseo general de superar las dificultades actuales y unirse para crear un mundo mejor pospandemia”.
Con lo cual -y con todo lo demás que acompaña la descripción de esa visión, tal como la presentó el presidente Xi y la han venido glosado desde el ministerio de Asuntos Exteriores chino- resulta relativamente fácil estar de acuerdo. Así suele suceder con los principios. El problema está, casi siempre, en los desarrollos. Y, sobre todo, en los finales.
Porque, para empezar, esa visión es indisociable de la aspiración china a ser reconocida, por derecho propio, como una gran potencia, y a ejercer como tal. Y es una ley de hierro de la política internacional, refrendada por la historia, que no existen las potencias benévolas (expresión esta que, por otro lado, es evidentemente un oxímoron).
Además, porque no son pocas las contradicciones, unas más protuberantes que otras, entre los principios invocados y la propia conducta china lo que explica las reservas con las que la Iniciativa, tan inmaduro como aún está su planteamiento, ha sido recibida en algunos entornos.
En cualquier caso, la Iniciativa es sintomática del estado del mundo, y preludia una discusión a la que ninguna nación podrá sustraerse. La seguridad internacional, a fin de cuentas, es reflejo de la anarquía. Y la anarquía es lo que, con el poder y las ideas, los Estados hacen de ella.
*Analista y profesor de Relaciones Internacionales